martes, 24 de enero de 2012

Haciendo las cuentas de la enseñanza concertada

Andaba yo estos días buscando un tema sobre el que escribir mi siguiente post en este blog, teniendo en cuenta que ya hace una semana del último, y resulta que es coger este mediodía La Nueva España y aparecer la inspiración y el fluir de las ideas a buen ritmo.

Casi todos los días que pillo ese y otros periódicos por banda busco entre las páginas de Sociedad alguna noticia relativa a la educación. Últimamente las menciones que venían en los artículos eran relativas a los presupuestos que presentó en la Junta General del Principado la Consejera de Educación, Ana Isabel Álvarez y que, como todo en esta Asturias nuestra en lo referente a la política autonómica, va para sainete de los buenos, pues no hay manera de que se pongan de acuerdo los que hemos escogido para que nos gobiernen porque básicamente, quienes se oponen lo hacen porque no son ellos los que los firman.

La cuestión es que hoy aparece una información que no por conocida de tiempo ni por verídica deja de ser llamativa, creo que para todos. Dice la noticia, detrás de un titular al que calificaré de semi-impactante ("La concertada le sale barata al Principado"), que el gasto en Asturias anual en cada alumno escolarizado en los centros de la red concertada asciende a 3.083 euros, mientras que en el caso de los alumnos de la red pública el gasto se eleva a casi 8.000 euros. Es decir, casi el triple.

Ese dinero que, recordemos, es por alumno y año, se reparte en diferentes partidas, aunque la principal es el pago de salarios de los docentes. Unos docentes que tienen un salario base 1.250 euros anuales menor que el de sus homónimos de la pública con una jornada laboral con 25 horas lectivas semanales frente a las 21 de los profesores de colegios públicos en Primaria y 18 los de Secundaria. A eso le tendríamos que sumar los ratios profesor-alumno, las horas de apoyo concedidas a cada centro, los complementos, trienios, sexenios... hasta el punto de que con cierta antigüedad la diferencia entre unos y otros rondará los 5.000 euros anuales.

A la vista de estos datos y teniendo en cuenta que los colegios públicos aglutinan al mayor porcentaje de alumnado de la región, es evidente que el desequilibrio del total de las cantidades invertidas en una y otra redes es bestial.

Y ahora me pregunto yo... ¿Y los resultados de esas inversiones son equivalentes a cada desembolso? La respuesta la conocemos todos más que de sobra: No, no lo son. No son equivalentes. Lo que son es inversamente proporcionales. Desde hace mucho años. Y con pintas de seguir así. 

Me pregunto si la Consejera de Educación del Principado y todo su equipo, la corte de inspectores y altos cargos, los nuevos y los que han sabido sobrevivir al cambio de Gobierno y a los escándalos, se acordarán de que en su programa electoral apuntaban como aportación a la educación asturiana la instauración de la financiación a los centros según sus resultados y si serán capaces de hacer algo al respecto en los presupuestos ya del año que viene, que en los de este bastante tiesos andan ya con la oposición.

¿Y cómo medimos esos resultados para que la inversión económica se equilibre? Muy fácil. Hagan ustedes evaluación de la práctica docente, revisen convenientemente los casos de bajas "no demasiado claras o convincentes" en colegios públicos y concertados, estudien los resultados de PAU, de evaluaciones de diagnóstico... O directamente creen en sus consejos de sabios (que alguno habrá) una manera de establecer baremos por resultados. Hagan categorías y fomenten la competitividad entre los centros, que será muy sana, y dejémonos de una vez por todas del trato supuestamente "igualitario" a todos los colegios cuando a unos les damos el triple de medios que a los otros.

Y déjense de tolerar amenazas de paros, huelgas, movilizaciones y protestas de los sindicatos de la escuela pública con sus peticiones de eliminación de conciertos por el mero hecho de que resulta que sus colegios no se llenan y en la práctica totalidad de centros concertados cada año hay un número de excedentes elevadísimo. Ese es otro de los indicadores de la calidad del tabajo de los profesionales, docentes y personal de servicios, de unos y otros colegios. Seguramente el más fiable, ya que expresa cuantitativamente la opinión de los clientes, esas miles de familias asturianas que, curso tras curso, apuestan por los centros de la red concertada antes que por la pública. Por algo será.  

Lo curioso es que nunca hemos pedido que nos igualen el sueldo al de un funcionario. Siempre hemos entendido que el valor de unas oposiciones (único argumento de defensa de esos sindicalistas liberados que me puedo creer). Pero sí que lo equiparen. O, al menos, la jornada, que me sé yo de unos cuanto que haríamos maravillas con tres o cuatro horas libres a la semana en horario lectivo para poder corregir, preparar clases y no tener que llevar tanto para casa. Bueno, ya puestos, que equiparen las dos cosas, sueldos y horarios.

Pero nos vendrán con la crisis o con otros argumentos más o menos creíbles, como siempre han hecho, y todo seguirá igual. Y nos daremos con un canto en los dientes. Y lo haremos mientras los de la pública sigan saliendo a la calle a pedir más inversión, más medios, una escuela laica, y que no les hagan trabajar las horas que cobran, por supuesto.

Es que no hay derecho.

martes, 17 de enero de 2012

PROGRAMAS ¿EDUCATIVOS?

Hace algo más de tres años no tenía ni idea de quién era Caillou, los Little Einsteins o Pocoyo (que por ser español debería llevar tilde ¿no?). Pasado este tiempo tengo, como creo que la casi totalidad de los padres con hijos de la edad de los míos, un dominio absoluto en Dora la exploradora, Peppa Pig, Rosie y tantos otros, así como una sobredosis continuada de Cantajuegos, en casa y en el coche, por supuesto.





Nosotros, con esa edad, veíamos Barrio Sésamo y gracias. Con Espinete, Chema y compañía junto a Epi, Blas, Triki y demás marionetas. Pero hoy en día hay oferta múltiple y variada, tanto de seires como de canales. Y todos ellos se anuncian como programas educativos. Y hasta con capacidad para desarrollar la inteligencia de nuesros hijos hasta cotas de genios. Muy guapo todo si fuera verdad.





El caso es que estaba yo el fin de semana viendo (una vez más, y van...) un DVD de Pocoyo en el que hay un vídeo de una canción llamada "¡Ven a la carrera!" en el que los autores de esta exitosa serie del niño azul dan una gran lección que todos nuestros hijos deberían aprender: Al final no hay ganadores ni perdedores; al final ganan todos. Vamos, "realidad" pura y dura. Ja.

A eso estamos acostumbrando a los niños. A que vean que nunca se pierde, que sólo van a ganar. Y a ganar todos. Y a ganar siempre.






¿Es eso lo que se van a encontrar en la vida, sin ir más lejos en el colegio? ¿Todos sacarán sobresalientes en todas las asignaturas? ¿Nunca conocerán el suspenso? ¿No tendrán decepciones? ¿Todos serán los primeros de la clase? ¿Por qué existe la expresión "el primero de la clase" si todos son iguales?

Claro, es que resulta que no todos son iguales, que nuestros hijos serán mejores que unos y peores que otros (hablando de resultados, por supuesto). No sería, entonces, más lógico, que desde pequeños conociesen que no siempre se gana, que hay veces que las cosas salen mejor y otras peor, que la única manera de vencer es mediante el esfuerzo, aunque los resultados no acompañen desde el principio. y enseñarles a sobreponerse a las decepciones y los malos resultados.





Todo esto lo escribo porque justo cuando mi hija de tres años está iniciando la fase de querer ganar siempre y nosotros nos estamos esforzando en hacerle ver aquello de unas veces se gana y otras se pierde, viene Pocoyo con sus secuaces y le dicen que no, que siempre va a ganar, y si no gana, lo amañamos para que gane. Pues no es así. Que lo sepas.

martes, 10 de enero de 2012

De salidas culturales y un crack de estos talleres

Hay muchas maneras de marcar la diferencia en el trabajo. Uno puede destacar entre sus colegas por tener amplios conocimientos específicos de su labor, por realizarla con una eficiencia muy por encima de los demás o, como pasa en muchos casos, por el interés y la dedicación que pone en el desempeño de su tarea. Y aquellos que reúnen todas esas características son los que los humildes currantes consideramos como genios en su campo o ejemplos a seguir si es que se dedican a lo mismo que nosotros.





En lo que respecta a la enseñanza o, mejor dicho, en todo lo que tiene que ver con la educación y formación de los más jóvenes, los elogios y reconocimientos muchas veces se quedan en el más absoluto anonimato y secretismo de conversaciones entre pocas personas o en el aprecio mostrado por los "clientes" hacia el profesor. Pero nunca, salvo honrosas excepciones, se lleva uno un reconocimiento público o una compensación económica, ya que uno es asalariado de la Administración, que paga por titulación y ocupación, que no por méritos en el trabajo. Aunque el Gobierno regional actual y, parece que también el nacional, pretendan hacer algún cambio al respecto (según prometían en sus programas electorales).

Yo hoy quiero hacer un reconocimiento público (en la medida que este cuaderno pueda considerarse eso, público) de un fenómeno de su profesión, muy cercana a la nuestra de docentes. Es uno de esos monitores que nos encontramos cuando hacemos una salida cultural de las varias que programamos con nuestros alumnos cada curso.






En esas actividades valoramos que la propuesta sea atractiva para los niños, que sea entretenida, participativa, dinámica y que tenga buenos contenidos que completen lo que en el aula están aprendiendo. Esto último es casi lo de menos, ya que muchas veces lo que se busca es conceder a los alumnos y, por qué no decirlo, a nosotros mismos, un día fuera del aula más relajado de lo habitual.

Lo malo es que muchas veces nos encontramos con talleres que, en realidad, no son más que charlas monótonas y aburridas de gente que suelta un rollo sobre el tema en cuestión y que en los primeros diez minutos ya ha perdido la atención de los alumnos, decepcionados por la pasividad y falta de cercanía del monitor capaz de convertir el mejor de los talleres en una propuesta aburrida y gris.




El caso contrario a todo esto, es decir, ese monitor que es capaz de mantener la atención de los alumnos durante dos horas, de llegarles, de ilusionarlos, activarlos y que mantengan al irse la sonrisa con la que llegaron es LUIS ALBERTO FERNÁNDEZ, un auténtico crack que deleita a quienes nos acercamos a alguna de las actividades que se desarrollan en el Museo del Pueblo de Asturias. Puede que algunos de los que leáis esto sepáis de quién hablo; es ese chico jovial, cercano, ilusionado e ilusionante que hace que niños de cualquier edad adoren participar en sus talleres en los que, con actividades entretenidas, lúdicas, participativas y competitivas aprenden cosas sobre la cultura asturiana, nuestros antepasados y sus costumbres, sus vidas, sus formas de vestir o de trabajar.





Hoy escribo sobre él porque esta mañana estuve con mis alumnos en uno de sus talleres y, una vez más, triunfó. Y hablando con él me he dado cuenta que vive lo que hace, que disfruta cada taller que desarrolla y que si hubiera justicia en este mundillo, merecería un gran reconocimiento público o, al menos, más fondos para poder llevar a cabo sus talleres, mucho más amenos que la mayoría y, seguramente, de los más solicitados por los profesores cada curso. 

Por todo ello, Luis, te mereces que te digan, una y cien veces: CRACK  

jueves, 5 de enero de 2012

Somos peores los padres que los hijos

El martes día 3 estuve en Mercaplana. Hacía muchos años que no me pasaba por allí. Y, en realidad no iba a ir, pero mientras esperábamos Diego y yo por Elena y su madre, no se me ocurrió mejor (peor) idea que pasearlo por delante del recinto ferial. Tenía la posibilidad de dar vueltas al Molinón y comenzar el lavado de su tierno cerebro con frases del tipo "Mira hijo, aquí te voy a traer yo a ver al Sporting, y al Madrid, y al...", pero claro, tal y como están las cosas igual el Madrid tarda otra década en pasarse por aquí.

Pero no, yo tuve que dar el paseo por delante de la feria para que él, pobrecito, comenzase a ver luces, niños, globos... Así que apuntó con ese índice que todo lo señala al estilo estatua de Colón y me vino a decir aslgo así como "Papá, vamos ahí dentro ahora mismo o te monto un escándalo del doce". Y hala, pa'dentro. Yo que soy muy, pero que muy anti-barullos voy, y me meto de pleno en Mercaplana. ¿Qué más se puede pedir para empezar el año?





El caso es que me da por fijarme nada más entrar en un cartel que, sin exagerar, mediría unos dos metros y medio de alto y otro tanto de ancho. Como para no verlo, vamos. El "cartelito" decía "PROHIBIDO FUMAR EN TODO EL RECIENTO FERIAL". Cualquiera con dos dedos de frente y que haya visto un par de telediarios sabe que al estar en una zona lúdica infantil, todo el recinto considerado como tal es terreno vedado para los fumadores. Pues bien, apoyados en las barras que soportaban el cartel, dos personas fumando y hablando de lo bien que lo habían pasado en Nochevieja.

Vamos, que si no sólo me salto la norma, sino que me la salto delante del cartel que la anuncia. Con un par. No me puse a hacer la foto porque era poco discreto y uno de los dos fumadores tenía pinta de ser perfectamente capaz de tomarla con el humilde paparazzi.





Poco después de entrar conseguí ponerme en contacto con Aida y saber dónde estaban. Para ese momento ya había comprobado que más de medio Gijón y parte del extranjero estaba metido allí. ¡Qué cantidad más indecente de gente!

De camino al pabellón en el que se encontraban mi mujer y mi hija con unas amigas compruebo que las campañas que constantemente nos bombardean en los colegios de promoción de comidas saludables en Mercaplana se la pasan por el forro. Puestos de perritos, patatas fritas, palomitas, patatitas... y ni un pincho o bocadillo de algo saludable; nada de pan normal, todo industrial. Bien por la organización de Mercaplana. Ayudando a que España se consolide como el primer país mundial en número de niños obesos.




Y cuando no cabía ya en mi de "gozo" al ver semejantes atrocidades, el remate final. O, mejor dicho, los dos remates finales. 

Queremos, los padres, que nuestros hijos sean educados, que respeten a los demás, que sepan compartir, esperar su turno... y somos nosotros los primeros en darles el ejemplo contrario. 

ESCENA 1: Actividad o juego en el que un niño debe lanzar una especie de penalty sobre una miniportería en la que otro niño hace de portero. Una cola para tirar en la que hay no menos de veinte niños esperando ansiosos su turno. En esto llega una señora con su nieto a la parte delantera de la cola; ve el percal y le dice: "Hala, pasa tú ahora, delante de todos estos, que no podemos esperar tanta cola para que tires". Estupendo. Y se queda tan ancha. 

ESCENA 2: En el mismo pabellón que la anterior, una actividad en la que se simulaba un huerto y los niños aprendían (?) a plantar y recolectar. Dado que las monitoras estaban de palique, la tierra volaba, las plantas eran arrancadas... Lo típico, vamos. Hasta ahí todo según el guión previsto. La cola de esta actividad en ese momento ocupaba la extensión de tres de los cuatro lados del cercado del huerto en el que se desarrollaba. Llega el típico listo, coge a su hija en brazos y la pasa dentro sin hacer cola de ningún tipo. Luego le hace una foto con el iPad y le dice que la espera tomando algo en la terraza.

Muy triste. Lamentable. Vergonzoso. Indignante.





Yo sólo pensaba que luego estos padres, abuelos, tíos... son los típicos que te llegan alguna vez al colegio y te echan en cara cosas relativas a tu trabajo. Sobre todo me los imagino yendo a protestar porque le has llamado la atención a su hijito, lo has echado de clase o castigado de alguna manera.

Y la cuestión es que yo entiendo a esos padres, porque, si ellos no tienen ni idea de lo que es educación, ¿cómo van a querer o valorar que alguien se la quiera inculcar a sus hijos?