sábado, 26 de noviembre de 2011

Sindicatos: El caso es celebrar algo

Esta semana he perdido la sanísima costumbre de escribir un post cada dos días, así que ya necesitaba un poco de terapia de escritura compulsiva porque se van acumulando tensiones a lo largo de la semana laboral que no son nada buenas para la salud. Así que, aunque el déficit de sueño es grande y las ganas de siesta no son menores, entiendo que necesito aporrear el teclado sin compasión durante un rato y dar la tabarra a los incautos que, una vez publique lo que estoy escribiendo, osen leer lo que de aquí llegue a salir.

Y me he dicho: ¿a quién atizamos hoy?????  Pues a los sindicatos. Pues venga, vale.
Leo en www.lne.es que OTECAS (sindicato mayoritario en la enseñanza concertada de Asturias) está celebrando hoy su décimo aniversario. Y yo me pregunto qué narices están celebrando. Como profesor de un centro de enseñanza concertada no creo que estemos para muchos festejos. Quizá celebran que las mismas tres personas llevan chupando del bote durante diez años. Porque el fruto de esos diez años no me parece mucho motivo de alegría. Hemos hecho dos huelgas que no han servido para absolutamente nada.


Llevo como profesor los últimos siete años y ya el primero de ellos conocí a la terna de sidicalistas de OTECAS cuando nos vinieron a informar de todo lo que iban a conseguir: equiparación de sueldos y jornada con los profesores de la pública, paga de los 25 años, sexenios... temas que, a día de hoy, siguen siendo su principal frente de lucha. Y lo son porque siguen sin conseguir nada al respecto. Basta recordad que Asturias es la única Comunidad que tiene bloqueada la paga de 25 años. La única.






Recuerdo la discusión que tuve, tres años más tarde, con una de los tres sindicalistas liberados que creo tiene OTECAS. Al menos son los mismos tres que hacen campaña para que te afilies, te presentes por ellos en tu colegio, que salen en el periódico, que se entrevistan con la Consejera... Fue una discusión porque intentaba vendernos la moto de que estaban muy cerca de conseguir la paga de los 25 años y de mejorar sensiblemente las consiciones laborales de los profesores de la enseñanza concertada. Le pregunté si ese no era el mismo discurso de unos años antes y si es que en ese tiempo no habían sido capaces de conseguir nada. Recuerdo que se puso algo nerviosa, sobre todo cuando le recordé que habían quedado en pasarse por el colegio a la hora del recreo, que duraba 20 minutos y había llegado cuando sólo faltaban cinco para que terminase, cuando no tenía nada más que hacer en ese momento porque, como digo, está liberada.

Indagando en la página de OTECAS me encuentro un artículo de El Comercio del día 30 de septiembre en el que se dice que los representantes del sindicato aplauden todo lo que la Consejera de Educación explicó en su comparecencia del día anterior en la Junta General del Principado, calificándolas de grandes noticias para la enseñanza concertada aunque, en aquel momento, sólo eran palabras y no hechos. Bueno, me encuentro eso y que un profesor de la pública con dos sexenios gana unos 5000 € al año más que uno de la concertada con la misma antigüedad.




Han pasado dos meses  de aquello y resulta que el Secretario General de OTECAS dice en la celebración del cumpleaños del sindicato que, hasta ahora, sólo han recibido buenas palabras de parte de la Consejería, pero que sigue sin haber nada claro.

Es decir, que diez años después, ahora con un Gobierno regional que se supone mucho más cerca ideológicamente de la enseñanza concertada que el anterior (imputado, por cierto) seguimos sin avances. Aunque cuando nos vean, nos seguirán diciendo que están muy cerca de conseguir la paga de los 25 años, la equiparación salarial y de jornada, el aumento del profesorado y todo lo demás.




 
Pero, mientras tanto, seguiremos siendo la Comunidad Autónoma en la que mayor desfase hay entre salarios y jornadas de un profesor de la pública y uno de la concertada de todo el territorio nacional.

Y que conste que yo no pido igualdad, que quienes han sacado una oposición entiendo que tengan derecho a más sueldo y menos horas lectivas, pero sí que pido equiparar. Y ya de paso, incentivos por resultados. A ver cuánto ganaba cada uno.

lunes, 21 de noviembre de 2011

Mis conversaciones con Diego. La ortografía

Son las seis y poco de la mañana de un sábado y Diego, mi hijo de trece meses, que es muy de madrugar, ha conseguido de nuevo que mi día comience un rato antes de lo que yo querría y de lo que, seguramente, cualquiera pueda imaginar para sí mismo antes de tener hijos. Al fin y al cabo, no hace tantos años las seis y poco era una hora estupenda para volver a casa después de salir. Pero bueno, el cuerpo ya se ha acostumbrado a madrugar tanto o más en fines de semana y vacaciones que en días laborables.



A esas tempranas horas, en las que el silencio de casa sólo lo rompen las rodadas de algún coche (quiero pensar que son otros madrugadores, pero no me lo creo ni yo), siempre aprovechamos para tener unas conversaciones estupendas mientras yo corrijo exámenes y él juguetea con con cualquier cosa que encuentro para tenerlo entretenido hasta que se cansa y le administro una dosis de Cantajuegos que lo inmoviliza por una horita más.

En esas conversaciones mi hijo me transmite las inquietudes que las cosas que comienzan a ver sus ojitos de trece meses y que, como buen bebé, no alcanza a entender del todo. A continuación transcribo una de ellas.

DIEGO: Papá, ¿qué estás haciendo?

YO: Corrigiendo exámenes, hijo.

D: ¿De qué?

Y: De Conocimiento del medio.

D: ¿Y por qué pintas tantas rayitas en rojo, papá?

Y: Porque les marco en el examen las faltas de ortografía que tienen.

D: ¿Qué es la ortografía?

Y: El gran caballo de batalla de todos los días

D: Cómo??

Y: Nada hijo, nada. Es que, cuando escriben mal una palabra, se la pongo en rojo.

D: ¿Y qué pasa con eso?

Y: Que cada falta que tienen les resta una décima de la nota del examen.

D: Y eso,¿por qué?

Y: Porque es una norma que hemos puesto, que a partir de quinto se quita una décima de punto por cada falta.

D: ¿Y por qué lo habéis tenido que poner, papá?

Y: Porque es muy importante escribir bien y no tener faltas.





D: ¿Saben los niños cómo se escriben bien las palabras? ¿Les ha explicado alguien cómo se escriben para que no tengan esas faltas?

Y: Sí, desde hace años les han estado enseñando las normas de ortografía. Llevan varios cursos estudiándolas y practicándolas.

D: ¿Y sigues teniendo que poner tantas rayitas rojas?

Y: Sí, así es.

D: No lo entiendo.

Y: ¿Qué es lo que no entiendes, Diego?

D: Que si saben cómo se tienen que escribir las palabras desde hace años, llevan todo este tiempo escribiéndolas y saben que si tienen faltas les baja la nota del examen... porque lo saben, ¿verdad?

Y: Sí, claro que lo saben. Desde el primer día y con un cuadrito de texto que se lo recuerda en cada examen que hacen.

D: Pues no entiendo que sigan teniendo tantas faltas.

Y: Ni yo.

D: ¿No quieren sacar mejores notas?

Y: Claro que sí.

D: Pero siguen perdiendo puntos.

Y: Pues sí...







D: Papá, ¿Y los papás de esos niños saben que tienen tantas faltas?

Y: Sí, Diego. Cuando tengo las tutorías con ellos les enseño los exámenes y ven los fallos de sus hijos. También las faltas de ortografía.

D: ¿Y qué dicen? ¿Les extraña que tengan esa cantidad de faltas?

Y: Les suele extrañar más que hayan tenido una nota de examen baja, pero al ver que en parte son puntos perdidos por las faltas, muchos tienen una sensación de alivio porque creían que les había salido peor.

D: Pero la ortografía es importante, ¿no?

Y: Mucho. Es fundamental escribir correctamente.

D: No lo entiendo papi.

Y: ¿Qué?







D: Que sea tan importante y a los papás de esos niños no les importe tanto que sus hijos tengan fallos al escribir en vez de fallos de estudiar. Todos son fallos importantes, papá.

Y: En efecto hijo. Tienes razón.

D: ¿Y por qué razón tienen tantas faltas?

Y: Yo creo que porque no leen mucho.

D: A mi me gusta mucho leer. Tengo un libro de dibujos y palabras.

Y: Sí, pero a ellos les gusta menos que a ti, hijo. Son más de ordenadores, chats... cosas en las que se escribe de cualquier manera para hacerlo rápido sin importar las faltas de ortografía.

D: Ah, ni idea de eso.

Y: Ya. Y los que leen, no se fijan demasiado. Son muy pocos los que no tienen faltas o tienen muy pocas.

D: Oye, papá... Y si los niños no hacen nada por mejorar la ortografía y a sus padres no es lo que más les preocupa, ¿qué hacéis los profes para que no tengan tantas faltas?

Y: Uff, hijo, de todo. Unos les mandan leer más, otros copiar cada palabra mal escrita muchas veces de forma correcta, algunos, les mandan hacer una frase con la palabra bien escrita... Yo, por ejemplo, les mando que hagan ejercicios de corregir ellos las faltas o buscar por la calle carteles o rótulos que estén mal escrito, a ver si viendo los errores de los demás, se dan cuenta y no los cometen ellos.







D: ¿Y funciona?

Y: A veces sí. Pero todo depende de la intención que tengan ellos por mejorar y la atención que le pongan. ¿A ti se te ocurre algo mejor?

D: Papá, tengo trece meses. ¿Me das una galleta?

Y: Claro.

sábado, 19 de noviembre de 2011

Una luz al final del túnel: Un juez recrimina a una madre que denunciase a un profesor por detener una pelea en clase

Mi amigo Fernandín inaugura Las peticiones del oyente y me ha pasado el enlace a una noticia que me parece digna de comentario y que me produce tanta alegría por un lado como tristeza por otro.





Pongo el link al final de este texto, pero copio aquí la noticia para que la podáis ver.

El juez del juzgado número 4 de Ibiza, Santiago Pinsach, ha absuelto a un profesor del instituto Marc Ferrer de Formentera, de una falta de lesiones y malos tratos contra un alumno del centro. El magistrado recrimina duramente a la madre del menor por haber denunciado al profesor y pide además disculpas al educador «por no haber detenido el proceso a tiempo de evitar que le rozara la presente ignominia».
El pasado 16 de septiembre, poco antes del fin de las clases, el profesor se percató, mientras cerraba las ventanas, de que dos alumnos se estaban peleando. Uno de ellos, de 14 años, estaba encima del otro y se agredían mutuamente. El profesor se acercó y separó al que estaba encima, «sujetándole desde atrás, por la zona del pecho o costillas, para evitar que continuara la agresión, todo ello sin causar lesión alguna». En cambio, detalla el fallo, el menor lanzó varias patadas a las piernas del docente, que impartía Educación para la Ciudadanía.
La sentencia señala que la madre del menor, «en lugar de agradecer al denunciado su intervención y solicitarle las disculpas que merecía por el incalificable comportamiento de su hijo, interpuso la presente y no menos incalificable denuncia». La sentencia añade que el adolescente había sido expulsado tres veces de centros e instantes después de protagonizar el suceso «además de agredir al denunciado, estuvo autolesionándose y propinando patadas a las vallas y papeleras frente a otros profesores». Incluso la reacción del menor hacia su profesor nada más separarle fue la de amenazarle con denunciarle ante la Guardia Civil, ante la mirada atónita del resto de sus compañeros.
El juez indica que, «en realidad, sobran los comentarios y solo procedería preguntar a la denunciante: ¿qué ha denunciado? o ¿cómo ha podido denunciar esto sin rubor? o ya en general, invitar a la reflexión sobre la impúdica desfachatez» a la que puede llegar la sociedad. Y plantea hasta dónde puede llegar «un cuerpo social subvertido o desvalorizado, imbuido de patrones políticos y culturales erráticos, según los cuales no hay responsabilidad sino solo exigencia». Critica que «la sobreprotección enfermiza de los menores destroza sus posibilidades de maduración personal» y califica la denuncia de injusta y descoranozadora.



A pesar de que la noticia, una vez leída, se comenta por sí sola, yo me pregunto si no sería posible clonar al juez y ponerlo en todos los juzgados, nombrarle ministro de Justicia o, simplemente, reconocerle públicamente y hacer que todos vayan en su misma linea, que no es otra que la de la cordura.





Es muy triste que lleguen a los tribunales denuncias de este calado con la de cosas y causas mucho más importantes que hay paradas en los juzgados, pero más triste aún es esa cultura del todo vale en la que vivimos. La ausencia total de valores, de respeto y de educación nos está llevando a una situación que, de no corregirse con leyes más adecuadas, se tornará en irreversible.

Por suerte, aún quedan personas como el juez Santiago Pinsach.

http://www.laopiniondezamora.es/sucesos/2011/11/18/juez-recrimina-madre-denunciase-profesor-detener-pelea-clase/559900.html?utm_source=rss

miércoles, 16 de noviembre de 2011

De las profesoras (y profesores) de Educación Infantil

Dicen que para ser bueno en aquello a lo que nos dedicamos es fundamental conocer nuestras limitaciones. Más allá de dominar la materia de nuestro trabajo, las herramientas tecnológicas de uso habitual o las habilidades sociales que pueda tener, un buen profesional ha de saber hasta dónde es capaz de llegar y cuál es su "territorio comanche".

Yo hay una etapa de la educación en la que, además de no tener titulación para ello, estoy seguro que sería incapaz de trabajar: la Educación Infantil. Puede que esté un pasito más cerca de ser bueno en lo mío al saber esto.





Incapaz porque las profesoras (también profesores, aunque menos, muchos menos) tienen que estar hechas de una pasta especial para lidiar con todo lo que dirariamente implica su trabajo. A saber:

1.- Veinticinco niños y niñas de entre 3 y 5 años de edad. Cada uno de su padre y de su madre. En alguna ocasión también de su abuelo y su abuela. Y con los tiempos modernos, pues también del querido de la madre o la querida del padre. De todo hay. Veinticinco niños que hablan, corren, juegan, se hacen pis, gritan, siguen corriendo, se hacen caca, tienen mocos, lloran, gritan otra vez, vuelven a gritar, cada vez más alto y... TODOS A LA VEZ. Eso todos los días y a casi todas las horas.


2.- Las veinticinco familias, muchos de ellos padres primerizos que constantemente atosigamos a la profesora (o profesor que, insisto, también los hay) con que si el niño hoy ha dormido bien, que si tiene mocos, que si ponle el ventolín, que si hoy se queda a comer en el colegio, que si hoy lo viene a recoger el abuelo, la tía, el querido de la madre, la prima universitaria que hoy no tiene clase y le hace ilusión y, por supuesto, TODOS A LA VEZ. ¿De dónde habrán sacado ese hábito esos niños?


3.- Llegar a las 9. Quitar los abrigos, colgar los abrigos, poner los mandilones, hacer asamblea, hacer que los niños atiendan, contar un cuento, cantar una canción, hacer que los niños vuelvan a atender, recitar una poesía. A estas alturas, haber puesto a tres o cuatro a hacer pis porque en casa no quisieron (qué tendrán los baños del cole que tanto les gustan?).


4.- Luego hacer una ficha. Hay que colorear en azul. Azul. Rojo no, azul. Ya sé que te gusta más el rojo, pero es que esto hay que hacerlo en azul. Azul. El rojo ya lo utilizaremos mañana. He dicho azul.








5.- Hora del recreo. Hace un rato que han mandado guardar las pinturas azules (y alguna roja) y las fichas. Que han mandado a los niños coger su abrigo para salir al patio. Que lo han vuelto a mandar. Que los han tenido que coger ellas mismas (o ellos mismos, que también los hay). Que han entregado las bolsitas con el aperitivo de media mañana a cada niño. Que han mandado hacer cola para salir al patio con el fin de asegurarse que están todos listos y equipados. Que se han asegurado sin falta de que los niños y niñas hayan hecho la cola.


6.- Salen al patio. Mientras pelan fruta, abren zumos, actimeles, quesitos, galletas, packs de jamón de York, bocadillos de sabe Dios qué y otras variedades de aperitivos que los padres les mandamos a nuestros hijos, algunos de ellos verdaderas pruebas de esfuerzo e ingenio para niños tan pequeños; mientras hacen todo eso, digo, hay que consolar al que llora porque no le dejan jugar con el balón, al que no quiere compartir el balón, al que se ha caído porque ha tropezado con el compañero, al que ha tropezado consigo mismo y al que ha tropezado con el aire; tienen que jugar a tres o cuatro juegos a la vez sin descuidar a la niña que se ha colgado de su pierna, al que le está cogiendo las cosas que lleva en el bolso de la bata, al que se está subiendo a algún sitio del que saben que se caerá, al que siguen sin dejar jugar, al que hay que sonar los mocos, al que se le ha caído la mandarina al suelo y al que se estaba subiendo a aquel sitio que, como era de esperar, se ha caído.


7.- Vuelta a clase y se repite el paso 3 pero con el agravante de que llegan del recreo, más excitados y menos dormidos que a las 9.







8.- Total, que nos da la hora de salir y la profesora (o profesor, que de verdad que los hay) tiene que enfrentarse a uno de los peores momentos del día. Sí, peor que los mencionados anteriormente. Porque resulta que cuando parece que va a llegar el momento de tranquilidad en que los niños se vayan a su casa o al comedor del colegio, en el momento de abrir la puerta... los niños no salen. Son los padres los que entran. Entran a saco. Y lo mejor de todo es que los brazos de la profesora se multiplican como los de los dibujos animados y es capaz de entregar a cada niño o niña a su correspondiente familiar.


9.- Y eso todos los días. Y cuando deberían relajarse de un ritmo que me ha estresado solo de escribirlo, resulta que tienen que adornar la clase, redecorar según la estación del año, preparar el Belén, el carnaval, Halloween, actuaciones diversas, regalo del día de la madre, regalo del día del padre (alguna tendrá que hacer también detallinos para los queridos y queridas).



10.- Y con una sonrisa.



En resumen, son supermujeres (y superhombres, que también los hay) que se merecen el mayor de los reconocimientos de todos los que dejamos a nuestros hijos en sus manos y que vemos, día tras día, cómo van creciendo, madurando, aprendiendo y viviendo con la misma sonrisa con la que esa persona, que tiene sus problemas igual que los demás, los recibe cada mañana; con la misma ilusión que cada día, en cada actividad, clase, recreo o celebración, les trasmiten esos creadores de momentos mágicos que les convierten en objeto de auténtica veneración de nuestros niños y niñas de Infantil.

Sois un ejemplo para los que nos dedicamos a esto de enseñar.

lunes, 14 de noviembre de 2011

En Asturias ha empeorado la educación (Encuesta LNE)

En estos días pre-electorales en los que el que no hace una encuesta es como el que no tiene Facebook, aparece una de La Nueva España tan enorme que la han tenido que publicar en dos días (de momento) y que analiza las elecciones de muchísimos puntos de vista.




Una de las cuestiones que se publican hoy lunes (es muy tarde, pero sigue siendo lunes mientras escribo) es una batería de cuestiones sobre las que loas asturianos encuestados deben opinar si han mejorado, empeorado o siguen igual que en el momento de las elecciones de 2008.

Pues bien, el sondeo ha dejado el dato de que el 41,9% de los encuestados dice que la educación ha empeorado. Así, en general. Sin anestesia. La educación ha empeorado. Punto.

También hay un 17% que dice que ha mejorado y el 36,9% que sigue igual. El restante 4,1% no sabe o no contesta.





Cada uno es muy libre de opinar como le plazca, pero me pregunto si todos han respondido a la misma pregunta; es decir, ¿todos los encuestados han entendido por el mismo sitio la pregunta? ¿las razones para contestar al cuestionario telefónico de una u otra manera se refieren a los mismos campos de la educación?

En mi modesta opinión habría sido más correcto hacer preguntas más cerradas, para saber qué opinan los asturianos que falla en la educación. Sistema educativo, ley de educación, profesores, colegios, alumnos, familias de los alumnos, actividades extraescolares, sistemas de becas y ayudas al estudio, infraestructuras, fracaso escolar, informe PISA, evaluación de diagnóstico, evaluación de los docentes, corrupción en la Consejería... hay tantas cosas que uno no sabe si hacer una encuesta tan genérica es representativo de una opinión fiable y común.






Por otro lado, casi quedo pasmado cuando leo que la encuesta se ha realizado por vía telefónica a ¡¡¡¡400 asturianos!!!!

Para una población de más de un millón de habitantes me parece bien poco. Me sale, sin ser yo muy de ciencias, algo así como menos del 0,05% de la población asturiana. Mmmmm...

Poco representativa, poco fiable, poca gente y mucha prisa por sacar resultados. No creo que LNE haya hecho un gran trabajo en esta ocasión.

Y eso que yo soy de la opinión de que hay muchas cosas que han empeorado en estos tres años al respecto de la educación, pero hay otras cuantas que han mejorado notablemente.






La cuestión es que, al igual que en otros apartados como la sanidad (también citada en este artículo), la educación abarca muchos aspectos diferentes y diferenciados. Y seguro que la encuesta sería más fiable yendo punto por punto. Aunque sigan siendo solo 400 encuestados, que manda madre.

Dejo el enlace aquí

sábado, 12 de noviembre de 2011

20-N ¿Qué nos dejarán las urnas a los profesores?

Faltan apenas ocho días para unas elecciones generales en España y, a estas alturas de la película, cuando ya todo parece decidido a falta de concretar datos, números, color de los escaños y mayorías más o menos absolutas, cada uno de nosotros tenemos nuestro voto meridianamente claro. En la dirección que sea.

 
Son muchas las incógnitas que le esperan a esta España de la crisis, la España post-Zapatero. Las más relevantes son las que nos afectan a todos y de las que constantemente estamos escuchando y hablando. El paro, la economía, el terrorismo (militar y político), sanidad y educación son las prioridades de los españoles.




Personalmente me preocupa muy mucho lo referente a educación por doble motivo. El obvio, desde el prisma profesional, pero también desde la faceta de padre que tiene una hija escolarizada y otro que se incorporará dentro de la próxima legislatura. Los dos aspectos me resultan de vital importancia, ya que tanto me interesa conocer el marco en el que voy a desarrollar mi trabajo como el escenario educativo en el que se formarán mis hijos.




Así que esta tarde de sábado, durante el descanso que permiten las siestas de las fieras, me ha dado por vagabundear por internet en busca de las propuestas que sobre educación han situado en sus programas tres fuerzas políticas: Partido Popular y Partido Socialista como los que serán más votados y Foro de Ciudadanos (Foro Asturias para los más allegados) por ser quienes gobiernan en Asturias. Me lo he leído todo. Sí, estaba bastante aburrido.



¿Y qué me he encontrado? Pues en primer lugar tengo que agradecer a los tres partidos que hayan diseñado sus respectivos programas electorales con los colores representativos de cada uno de ellos para poder diferenciarlos. Porque básicamente todos anuncian que harán cosas muy similares. En los tres programas se pueden leer, entre otras, las siguientes promesas:

- Potenciación del inglés en todos los niveles, desde el primer ciclo de Educación Infantil (0-3 años)
- Reforma de la Formación Profesional para ecaminarla al empleo y creación de acuerdos con empresas para compatibilizar escolarización con inclusión en el mundo laboral, junto con la entrada de becas-salario.
- Reforma profunda de las Universidades para hacerlas más competitivas

Al fin y al cabo no es esto más que la adecuación al rumbo que la sociedad está marcando en esta época, por lo que raro debería ser aquel partido que no incluya algo así.





 
Diferencias

Hay muchas. Diferencias de concepto y diferencias ideológicas. Me llama la atención que el PSOE centra buena parte de su programa en garantizar la coeducación (niños y niñas en las mismas aulas), algo que se lleva dando por supuesto en la casi totalidad de los centros educativos desde hace mucho tiempo y en ampliar el programa ESCUELA2.0 (esto sí que merece un post aparte con toda la acidez y el conocimiento de causa) no sólo a toda la Secundaria, sino al Bachillerato y la Formación Profesional. Eso cuando los centros ya tenemos el comunicado de que este curso no habrá ordenadores para los alumnos de 5º de Primaria. Porque este programa es voluntario para las Comunidades Autónomas.

Eso sería ya suficiente motivo de sonrojo para cualquiera, pero parece que los socialistas aún son capaces de rizar más el rizo y proponen hacer el Bachillerato ¡¡ por asignaturas!! sin importar la cantidad de años que se invierta en terminarlo, "para que cada alumno pueda hacerlo según su ritmo". Me pregunto si nadie en ese partido ha sido capaz de darse cuenta en la barbaridad que eso supone a nivel organizativo en los centros para cuadrar horarios, grupos, profesores... Además. por supuesto, de permitir la vagancia, la dejadez y ser cómplices de aquellos que no quieran estudiar. Pero claro, eso implicaría que mientras esos alumnos estén catalogados como "estudiantes de Bachillerato" no engrosarán las preocupantes listas de "parados" y "fracasados escolares".





Por otro lado, tanto PP como FAC abren una puerta a la esperanza al valorar la cultura del esfuerzo; el reconocimiento de la figura del docente como autoridad pública en el desempeño de su función; la ampliación del Bachillerato a tres cursos; la especialización de la Educación Secundaria por asignaturas y por resultados, el refuerzo y la profesionalización de la función directiva; la posibilidad de autogestión de los centros, que supondrá una rendición posterior de resultados; la garantía de asegurar los conciertos "mediante una oferta educativa plural de iniciativa social que permita responder a las preferencias de ideario o de modelo pedagógico de las familias". (PP)

Incluso FORO asegura que "avanzaremos, en el del marco presupuestario correspondiente y dentro del régimen de conciertos educativos, en la equiparación de la remuneración del profesorado de los centros públicos concertados con los de la enseñanza pública"

Y me he sentido aliviado, porque ya "solo" queda que lo cumplan.

jueves, 10 de noviembre de 2011

Padres buenos: Teruel existe

Desde que el otro día leía un comentario sobre uno de los posts de este recién estrenado blog sugiriendo que el tipo de padres de alumnos que había descrito no es un estereotipo aplicable a la totalidad de ellos, he tenido la sensación que era de justicia dedicar otra entrada a los que, afortunadamente, no se les parecen.

No se trata de ensalzar a esos padres que dicen apoyarnos y valorarnos tan explícitamente. En primer lugar porque muchos de los que lo cacarean, tanto en tutorías como en alguna conversación con compañeros o superiores nuestros, en realidad luego nos machacan por la espalda en corrillos de patio o, lo que es peor, en su propia casa, donde lo oyen los hijos, a quienes no mantienen al margen.



Y en segundo lugar, porque esas alabanzas no son nuestro objetivo ni lo que más nos gusta. Como a todo el mundo, a los profesores también nos gusta más oir cosas buenas que malas. Como humanos que somos, nos gusta de vez en cuando alimentar el ego personal.

Pero yo creo que a los profesores el tipo de padres que más nos gusta es el que se ocupa y se preocupa de la educación y la formación de sus hijos. Que son dos cosas distintas. 

Por suerte para nosotros pero, sobre todo, por suerte para ellos mismos, la mayoría de las familias que nos encontramos son así. Doy fe. Yo he tenido alumnos de casi todas las edades y procedencias, de las clases sociales y situaciones familiares más diversas. Y digo, con gran satisfacción, que me he sentido valorado, apoyado y respetado por las inmensa mayoría de ellos. Aunque algunos lo hacían de forma directamente proporcional a las notas de sus hijos.





Entonces, ¿cómo puede ser que se hable más de lo malo que de lo bueno? Pues básicamente por una razón cultural. Estamos acostumbrados a quejarnos, a destacar lo malo y a los malos; a no valorar lo bueno como tal, sino como lo lógico. Y en esas situaciones se crea una situación de injusticia al no valorar a cada uno como se merece. Es menester reconocerlo.





En los últimos años he sido tutor de unos sesenta niños y niñas. Tengo que reconocer que situaciones problemáticas con las familias ha habido no más de cinco. El porcentaje no es precisamente grande. Lo grandes son los problemas que hemos tenido que afrontar con esas familias. Y es que lo malo resalta más, es más escandaloso y trasciende, muy a nuestro pesar, mucho más. Pero incluso en alguna de esas situaciones negativas, es cuando más apoyado me he sentido por el resto de las familias de mis alumnos. A día de hoy, puedo decir que echo tanto de menos a los alumnos que han ido pasando a otros cursos superiores como a sus padres.

En ese sentido, creo que soy un afortunado. Y vaya si lo valoro.

martes, 8 de noviembre de 2011

Los falsos acosos

No siendo ajeno a lo que puedan dar de sí las próximas elecciones con respecto a la educación, ni tampoco a lo dicho ayer por Rajoy y Rubalcaba acerca de este tema, hoy quiero escribir sobre un tema al que le llevo dando vueltas desde hace varias semanas, por lo que aparcaré, por pocos días, el tema político

Resulta que estamos asistiendo en los últimos tiempos a una peligrosa moda que se extiende con una facilidad pasmosa por muchos colegios de todos los lugares. Una moda que a los que nos dedicamos a la educación nos afecta muy directamente y que, entiendo, deberíamos empezar a valorar en su justa medida, ya que la situación es grave y lo puede ser mucho más.




Lo que está ocurriendo es que se ha cnvertido en habitual que cuando un alumno y/o su familia no está a gusto en un colegio, bien sea porque las notas que saca el niño no son las que la familia espera (no de él, sino de los profesores, como hablaba en el post anterior), porque parece que el nivel de exigencia es alto y creen que el niño no será capaz de llevar sus estudios de forma exitosa, porque quiero cambiarme a otro centro que me gusta más, o bien por cualquier fobia que niños, padres o el conjunto familiar hayan desarrollado contra personas, lugares, actividades o lo que sea, dentro del ámbito escolar, pues pretenden cambiarse de colegio a mitad de curso.

Pero claro, a mitad de curso no es muy fácil encontrar sitio en los colegios que son pretendidos por esas familias. Entonces se esperan a junio, echan su solicitu y... tampoco entran porque ese colegio concreto al que quieren ir no tiene vacantes.




¿Y qué hacemos ahora? Pues esperar, empezar el curso en el cole de siempre y... denunciar que el niño sufre acoso escolar. Aunque sea mentira, aunque sea calumniando a profesores, compañeros amigos, a quien sea, pero el caso es salir de ahí, de ese colegio en el que el niño lleva encantado de la vida tantos años, donde se ha hecho los amigos desde los 3 años y en el que ha ido sacado los cursos sin problema porque todo era muy fácil. Pero ha sido llegar las dificultades académicas y el niño alegre y encantado se ha convertido, de la noche a la mañana, en un  niño acosado y maltratado por sus compañeros, por sus amigos.

Esto lo están haciendo porque, como es evidente, la Consejería de Educación tramita el expediente de cambio de centro con la misma celeridad con la que correrían detrás de una foto con el Ministro o un suculento aumento de sueldo. Sin casi investigar ni demostrar que esa denuncia sea verdadera o falsa. Tan solo dan como solución el traslado a otro colegio. En principio, al que el afectado quiera, si es que tiene sitio.





Todas estas decisiones se toman desde el miedo. El miedo a que sea verdaderamente un caso de acoso y les culpen de no hacer nada; el miedo a que alguna psicóloga oportunista vaya a la prensa con un caso que, verdadero o no, haría mucho daño a la Consejería y su imagen ante la opinión pública. Y si tenemos en cuenta que en el último año y algo hemos vivido en una situación constante de campañas y precampañas electorales, esa publicidad negativa significa votos de menos. Y no se puede consentir.

En segundo plano queda, entonces, la imagen de los centros donde se realizan esas acusaciones. El nombre de todos los compañeros y compañeras del alumno presuntamente maltratado (porque rarísima vez se acusa con nombre y apellidos, siempre han sido "los compañeros", señal de que algo no debe ser del todo verdad), del equipo docente deese centro que parece que "permite" que se den esos supuestos casos de acoso. Pero a esas familias, resentidas las más de las veces, como digo, por las calificaciones académicas, no les importa ya nada. Solo que su hijo cambie de centro y se olvida todo.






Pero, ¿cómo puede un padre olvidar un acoso escolar a su hijo? ¿cómo puede conformarse con un cambio de centro? ¿cómo no se acusa a personas concretas de hechos concretos?

La respuesta es obvia. Cuando ven satisfecho su interés últimos que no es otro que el cambio de colegio, lo demás ya no importa. Pero la denuncia queda, el nombre del centro de origen queda manchado, por mucho que se sepa que no hay tal caso de acoso.

La mayor frustración es cuando aparecen esos padres que tanto "sufrían" por ese niño tan campantes por la puerta del colegio que han abandonado y se jactan con los padres de los antiguos compañeros de su hijo de haber conseguido un cambio de centro en el momento que ellos han querido. Se lo están contando a las personas acuyos hijos e hijas han denunciado previamente de acosadores. Y se quedan tan anchos.





Los docentes y los centros de enseñanza estamos en este caso, como en tantos otros, desprotegidos ante el aprovechamiento del miedo que se ha instalado en la sociedad a que nos señalen como los que han permitido un caso de acoso en su colegio. Ese miedo está haciendo que mucha gente manche el prestigio de nuestra labor profesional y el nombre de los centros educativos en los que desarrollamos nuestro trabajo.

El bullying, o acoso escolar, es un tema muy serio que, por desgracia, tiene excesivos casos reales, crueles, espeluznantes en un día a día de una sociedad en la que todos estamos expuestos, y más los niños pequeños. Por eso, por los que sufren realmente el acoso escolar, por los que temen denunciar por miedo a represalias, por los niños y niñas que temen ir al colegio, que desarrollan problemas psicológicos reales y graves, por todos ellos, debríamos respetar más estas situaciones y no usarlas como recurso cutre y vil para obtener unas soluciones que se pueden conseguir de otra forma a problemas que no se parecen en forma ni en fondo a otras tan graves

domingo, 6 de noviembre de 2011

Una de padres

Hace ya bastante tiempo me llegó un mail en el que estaba, entre otras, una viñeta como esta.



Se trata de una comparación de la educación de hace cuarenta años con la situación actual. A simple vista la diferencia es evidente. La falta de respeto, de valores, de moral, de... todo es muy evidente. No es la única diferencia. Desconozco si adrede para reforzar el mensaje o por pura casualidad la imagen de los padres y del niño de la viñeta actual deja bastante que desear. Si comparamos vestuario, peinado, gestos (invadiendo el espacio propio de la profesora al apoyarse en la mesa, miradas mezcla de rabia e histeria...) con los de los "antiguos", entendemos esa ausencia de principios morales que adornan a los padres de hoy en lo referente a la educación de sus hijos.


Esta viñeta ha despertado en casi toda la gente que conozco y que considero normales (esa es la clave de muchas cosas en esta vida) y que es de mi generación o anteriores el mismo tipo de comentarios: ¡Cuánta razón tiene! ¡Es que ya no hay respeto! ¡Los maestros estamos indefensos! y muchos otros similares.



Y el caso es todos hemos padecido alguna vez una situación similar. O le ha pasado a mi compañera, o al de tal asignatura o tal curso. El caso es que es el día a día que nos está tocando vivir en los colegios. Tan real como triste. Porque es lamentable ver que, mientras tú te esfuerzas en que los alumnos comprendan, aprendan, trabajen, conozcan el valor de una buena nota, intentando sacar lo mejor de ellos, es llegar a la puerta del colegio (no se esperan ya ni a estar en casa) y comienza la destrucción de todo lo inculcado en las horas que han estado con nosotros.

Que si los deberes son muchos, que si es mucha materia para estudiar, que si es una locura hacer un examen de dos temas (yo no recuerdo haber tenido exámenes de menos de dos temas en la vida), que a quién se le ocurre mandar deberes de una asignatura si al día siguiente hay examen de otra... Este mismo año, en una tutoría, me pregunta una madre que cuándo van a dejar de copiar los enunciados de los ejercicios de deberes, porque su niño tarda mucho.

Quééééé?????????????????

Nunca, señora. Los enunciados los copiarán mientras yo les de clase. Razones:

1.- Porque lo digo yo, que soy el profesor y, por tanto, el encargado de poner las normas en mis clases y de escoger la metodología de mis asignaturas.

2.- Porque les viene muy bien para trabajar constantemente la caligrafía, que hay que ver cómo escribe su niño.

3.- Porque les viene muy bien para trabajar constantemente la ortografía, que hay que ver la cantidad de faltas que tiene su niño.

4.- Porque al repasar esos ejercicios para el examen su niño sabrá qué significan las operaciones y las contestaciones que tiene en la libreta sin necesidad de estar de la libreta al libro y del libro a la libreta todo el rato.

5.- ¿Realmente hacía falta alguna razón más que la primera?


Pero lo peor es cuando llegan los resultados de los exámenes. Niños que en los cursos de pequeñitos, es decir, cuando son auténticas esponjas y máquinas de memorizar, sacaban dieces y dieces en controles de cuatro páginas ilustradas con enormes fotografías y dibujos junto a textos escritos en un tamaño de fuente no menor de 36 se encuentran con que sacan cincos, sietes e, incluso, cuatros. Ahí sí que la hemos armado. Entonces el profesor, desde ese preciso momento es declarado culpable sin posibilidad de juicio. No importa que el niño no haya estudiado, que no haya respondido a lo que se le pregunta, que se haya equivocado en una suma, que no haya seguido las instrucciones del enunciado para resolver un ejercicio o problema.




Da igual. El que le ha suspendido ha sido el profesor. Ha puesto la nota que no es. El niño se merece mucho más porque es capaz de memorizar varias líneas seguidas. No importa que se equivoque, que no sea capaz de razonar. La pregunta estaba mal formulada porque si mi hijo, que es muy bueno, no la ha entendido, es que el profesor es tonto y no sabe redactar.

O si no, le tiene manía. Ha ido a preguntar justo lo que mi hijo no pudo estudiarse porque tenía que jugar con la Play, chatear un par de horas con los compañeros a los que ha estado todo el día viendo en el colegio y a los que verá al día siguiente y luego ver una serie recomendada para edades mayores que la suya. El caso es que no le dio tiempo de estudiarlo y justo le ha preguntado eso en el examen. Qué mala gente, este profesor.


Es muy conveniente recordar que la media de edad de los padres de alumnos escolarizados en enseñanza obligatoria (Primaria y Secundaria) debe andar sobre los cuarenta y pocos años. Es decir, que cuando ellos estaban en estas etapas serían los primeros o mediados años 70. Por lo tanto iban al colegio en la época en que todavía los profesores pegaban a los alumnos, en los que el que suspendía era un burro, el que repetía estaba muy mal visto y era como el fracasado total. Eso mismo que vivimos los que nacimos, como yo, a finales de los 70. Porque a mi también me tocó que me pegase un profesor (aprovecho para saludar al Sr. Giner) y encima callar por si acaso se rifaba otra . Y tan mal no hemos salido.






Pero estos padres de hoy son resultadistas. Lo único que importa es que el niño apruebe, o que saque dieces, dependiendo del grado de las expectativas que el flipao del padre tenga en el "presunto superdotado" de su hijo, señal inequívoca, como sabemos todos de que el fracaso de las ilusiones no alcanzadas del padre se proyectan sobre su hijo para ver cumplido lo que no pudo (o no supo) conseguir él. No se detienen en conocer cuáles son las dificultades que pueda estar teniendo su niño, porque su niño la única dificultad que tiene es que le ha tocado un profesor que le exige trabajar, pensar y esforzarse. Y por eso no pasan porque, entre otras cosas, eso lleva mucho más tiempo en casa de estar pendientes del trabajo del niño, de molestarse en mirarle los deberes, preguntarle la lección, explicarle las dudas... con lo bien que estás los papás viendo la tele, tomando un vinito o haciendo cualquier cosa que no sea cuidar la educación de los niños. 

A veces me falta una tercera parte en esa viñeta. Una con los mismos protagonistas en la que la profesora, con cara inquisidora, preguntase a los padres ¿Qué notas son estas? A fin de cuentas, ellos son los representantes legales de los niños (menores de edad) y, por tanto, los que deben responder por ellos ¿no?

Creo que se la encargaré a Abraham, el mejor que hay en eso de dibujar 



viernes, 4 de noviembre de 2011

¿Qué será, será?

Nace, por fin, este blog en el que pretendo exponer mis ideas, vivencias, alegrías, amarguras y, por qué no, también algún trabajillo que vaya haciendo en el desarrollo de esta profesión tan bonita como ingrata, mal remunerada y socialmente desacreditada hoy en día que es la de profesor. O la de maestro, mejor dicho. Porque yo, al igual que tantos y tantas que nos dedicamos a la enseñanza, hemos elegido eso, ser maestros. No nos hemos subido al carro de la docencia como recurso tras una licenciatura que no nos llevó a ningún sitio y el trabajo en los colegios fue un mal menor, no. Nosotros hemos querido ser maestros desde el principio.



Digo que el blog nace por fin porque han sido muchos los días que llevo pensando si hacerlo o no, si tiene sentido meterse en esto, si será cosa de un día y luego lo dejaré de lado por falta de tiempo, por vagancia o porque se baja esa ilusión con la que se empiezan las cosas y que luego desaparece como cuando se abre una botella de champán, que va perdiendo fuerza y gas según pasa el tiempo.





 
Pues bien, me he decidido y aquí está el blog. Y hay muchas cosas de las que quiero hablar, muchas cosas que ocurren en nuestra vida profesional sobre las que opinar, muchas cosas que habitualmente no se hablan y que aquí tendremos la libertad de tratar e, incluso, debatir. Porque eso quisiera que fuera esto, lugar de encuentro de todos los profes y profas (y quizá también quien no lo sea, pero quiera aportar algo) que se animen a utilizar este discreto diván. A fin de cuentas, alguien tuvo que ser el primero en liarse a cabezazos contra el Muro de las Lamentaciones y ahora son unos cuantos los que lo imitan.