Son las seis y poco de la mañana de un sábado y Diego, mi hijo de trece meses, que es muy de madrugar, ha conseguido de nuevo que mi día comience un rato antes de lo que yo querría y de lo que, seguramente, cualquiera pueda imaginar para sí mismo antes de tener hijos. Al fin y al cabo, no hace tantos años las seis y poco era una hora estupenda para volver a casa después de salir. Pero bueno, el cuerpo ya se ha acostumbrado a madrugar tanto o más en fines de semana y vacaciones que en días laborables.
A esas tempranas horas, en las que el silencio de casa sólo lo rompen las rodadas de algún coche (quiero pensar que son otros madrugadores, pero no me lo creo ni yo), siempre aprovechamos para tener unas conversaciones estupendas mientras yo corrijo exámenes y él juguetea con con cualquier cosa que encuentro para tenerlo entretenido hasta que se cansa y le administro una dosis de Cantajuegos que lo inmoviliza por una horita más.
En esas conversaciones mi hijo me transmite las inquietudes que las cosas que comienzan a ver sus ojitos de trece meses y que, como buen bebé, no alcanza a entender del todo. A continuación transcribo una de ellas.
DIEGO: Papá, ¿qué estás haciendo?
YO: Corrigiendo exámenes, hijo.
D: ¿De qué?
Y: De Conocimiento del medio.
D: ¿Y por qué pintas tantas rayitas en rojo, papá?
Y: Porque les marco en el examen las faltas de ortografía que tienen.
D: ¿Qué es la ortografía?
Y: El gran caballo de batalla de todos los días
D: Cómo??
Y: Nada hijo, nada. Es que, cuando escriben mal una palabra, se la pongo en rojo.
D: ¿Y qué pasa con eso?
Y: Que cada falta que tienen les resta una décima de la nota del examen.
D: Y eso,¿por qué?
Y: Porque es una norma que hemos puesto, que a partir de quinto se quita una décima de punto por cada falta.
D: ¿Y por qué lo habéis tenido que poner, papá?
Y: Porque es muy importante escribir bien y no tener faltas.
D: ¿Saben los niños cómo se escriben bien las palabras? ¿Les ha explicado alguien cómo se escriben para que no tengan esas faltas?
Y: Sí, desde hace años les han estado enseñando las normas de ortografía. Llevan varios cursos estudiándolas y practicándolas.
D: ¿Y sigues teniendo que poner tantas rayitas rojas?
Y: Sí, así es.
D: No lo entiendo.
Y: ¿Qué es lo que no entiendes, Diego?
D: Que si saben cómo se tienen que escribir las palabras desde hace años, llevan todo este tiempo escribiéndolas y saben que si tienen faltas les baja la nota del examen... porque lo saben, ¿verdad?
Y: Sí, claro que lo saben. Desde el primer día y con un cuadrito de texto que se lo recuerda en cada examen que hacen.
D: Pues no entiendo que sigan teniendo tantas faltas.
Y: Ni yo.
D: ¿No quieren sacar mejores notas?
Y: Claro que sí.
D: Pero siguen perdiendo puntos.
Y: Pues sí...
D: Papá, ¿Y los papás de esos niños saben que tienen tantas faltas?
Y: Sí, Diego. Cuando tengo las tutorías con ellos les enseño los exámenes y ven los fallos de sus hijos. También las faltas de ortografía.
D: ¿Y qué dicen? ¿Les extraña que tengan esa cantidad de faltas?
Y: Les suele extrañar más que hayan tenido una nota de examen baja, pero al ver que en parte son puntos perdidos por las faltas, muchos tienen una sensación de alivio porque creían que les había salido peor.
D: Pero la ortografía es importante, ¿no?
Y: Mucho. Es fundamental escribir correctamente.
D: No lo entiendo papi.
Y: ¿Qué?
D: Que sea tan importante y a los papás de esos niños no les importe tanto que sus hijos tengan fallos al escribir en vez de fallos de estudiar. Todos son fallos importantes, papá.
Y: En efecto hijo. Tienes razón.
D: ¿Y por qué razón tienen tantas faltas?
Y: Yo creo que porque no leen mucho.
D: A mi me gusta mucho leer. Tengo un libro de dibujos y palabras.
Y: Sí, pero a ellos les gusta menos que a ti, hijo. Son más de ordenadores, chats... cosas en las que se escribe de cualquier manera para hacerlo rápido sin importar las faltas de ortografía.
D: Ah, ni idea de eso.
Y: Ya. Y los que leen, no se fijan demasiado. Son muy pocos los que no tienen faltas o tienen muy pocas.
D: Oye, papá... Y si los niños no hacen nada por mejorar la ortografía y a sus padres no es lo que más les preocupa, ¿qué hacéis los profes para que no tengan tantas faltas?
Y: Uff, hijo, de todo. Unos les mandan leer más, otros copiar cada palabra mal escrita muchas veces de forma correcta, algunos, les mandan hacer una frase con la palabra bien escrita... Yo, por ejemplo, les mando que hagan ejercicios de corregir ellos las faltas o buscar por la calle carteles o rótulos que estén mal escrito, a ver si viendo los errores de los demás, se dan cuenta y no los cometen ellos.
D: ¿Y funciona?
Y: A veces sí. Pero todo depende de la intención que tengan ellos por mejorar y la atención que le pongan. ¿A ti se te ocurre algo mejor?
D: Papá, tengo trece meses. ¿Me das una galleta?
Y: Claro.
Tenga usted, para sus discípulos, a ver si así lo entienden:
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Aunque me gustaría a mi ver a tres de esos que dice jugando al Scrabble...