sábado, 24 de diciembre de 2011

QUIERO SER COMO JUAN

Seguro que muchas veces nos han preguntado a los que estamos metidos en esto de la enseñanza aquello de: "Y tú, ¿por qué te dedicas a esto?". Cada uno tenemos una respuesta a esa pregunta aunque, creo, la inmensa mayoría responderíamos algo relacionado con la vocación. Vocación de enseñar, de educar, de acompañar a nuestro alumnos, sean de la edad que sean, en su maduración académica y personal durante los años en los que mantenemos contacto con ellos en nuestros centros. Y fuera de ellos. Porque no conozco otra profesión en la que se vea por la calle a los clientes dando tantas muestras de agradecimiento y admiración como se puede ver a los alumnos, especialmente los más pequeños (ya escribí un post hablando de la magia de las profesoras y profesores de Infantil), con sus maestros.


 
Y si alguien representa el paradigma de profesor querido y admirado es, sin duda, mi tío. Es asombroso pasear con él por cualquier zona de Gijón y comprobar cómo se puede llegar a encontrar con alumnos que están o han pasado por sus clases, muchos de ellos hace ya más de veinte años, y que siempre tienen un saludo cariñoso, una conversación amigable y un abrazo sincero para quien es uno de los mejores profesionales de la enseñanaza y mejores personas que uno se puede encontrar en esta vida.


Recuerdo cómo mi abuela, que en sus últimos años le costaba mucho caminar a un buen ritmo, decía que con Juan siempre cansaba menos que con mi madre porque "como se para cada poco porque conoce a todo el mundo" le era más sencillo seguir su ritmo. Y que, ya de paso, se conocía la vida, obra, milagros, procedencia y parentescos cercanos y no tan cercanos de todo aquél que se paraba a saludar a mi tío. Porque esa es otra de sus grandes cualidades. Tiene una memoria prodigiosa gracias a la cual recuerda todo lo que alguien puede saber acerca de sus alumnos y sus familiares, del año que les dió clase, si era buen o mal alumno, a qué se dedicó después de dejar el colegio y en qué empresas trabajó. Un crack.




 
Pero lo mejor de todo es que él sabe todas esas cosas acerca de toda esa gente porque realmente se interesa por ellos, por quién es cada uno y por tratar a todo alumno que tiene de la forma más cercana posible, involucrándose con ellos, a imagen y semejanza de lo que San Juan Bautista de La Salle, fundador de los Hermanos de las Escuelas Cristianas, encomendó a quienes han seguido su labor. Juan hace honor al lema de La Salle: una gran familia. Para él cada alumno ha sido  y se ha llevado una parte de él, ha sido como un miembro de su familia y así los hace sentirse. Por eso todos lo aprecian; por eso todos lo adoran.


 


Se trata de un docente especial. Capaz de pasarse horas y horas, días y días en el colegio para sacarlo adelante. Aun en días libres, festivos o vacaciones. O dando clases los sábados a aquellos alumnos que lo necesitan. Quizá cuando más ha lucido ha sido en los años que estuvo de director del Colegio San Eutiquio - La Salle en los que no paró de acumular méritos profesionales y, sobre todo, humanos. Superó innumerables dificultades durante esos años, bien fueran producto de cambios estructurales en el colegio o en forma de traiciones de compañeros y amigos (?) que pretendían quitarle de un puesto cada vez más apetecible gracias a su gran labor como director. Porque La Salle Gijón pasó de tener problemas para llenar las aulas de Bachillerato a tener tantos excedentes como alumnos matriculados. Sin embargo la figura admirada y admirable de Juan se ha forjado día a día en cada clase, en cada recreo, en cada entrevista, en cada encuentro. Se lo ha ganado a voces (así es él) pero en silencio, sin reclamar nada para sí mismo. Se ha volcado con todos en los momentos buenos y, sobre todo, en los difíciles. Incluso con aquellos que, con el tiempo, han renegado de él, que pensaban que sin él estarían mejor y que han ido proyectando sus iras, complejos y envidias sobre todos aquellos que siempre han estado más próximos a él.







Cuando un siete de julio de hace unos seis años hice una entrevista en San Eutiquio optando a un puesto de profesor de Garantía Social bajo el más absoluto de los anonimatos, el entrevistador me preguntó por qué había estudiado Magisterio. Mi respuesta fue rápida y segura, probablemente la más segura de toda la entrevista; "yo es que tengo un tío que es profesor y creo que siempre he querido ser como mi tío" (aunque a él nunca se lo he dicho). La recuerdo perfectamente porque, en cierto modo, fui el primer sorprendido por lo que había dicho. En realidad, me habían hecho una pregunta que no había preparado y la respuesta me salió sin pensarla. Me salió del corazón. El entrevistador ni se imaginaba que ese tío mío era quien le había dejado el despacho para hacer las entrevistas.





 

Y de tío pasó, también, a ser jefe. Siempre me han dicho que nos parecemos mucho. Físicamente y de carácter. No en vano, hemos nacido el mismo día. Aunque de distinto año, claro está. Y eso significa que en estos treinta y cuatro años que hace que nos conocemos, las hemos tenido de todos los colores. En el colegio también, como no podía ser de otra manera. Pero en los cuatro años que estuve bajo sus órdenes aprendí mucho de él y, sobre todo, disfruté de verle feliz en sus clases, en los pasillos, en su despacho... y siempre con sus alumnos. Esos que, da igual el tiempo que haya pasado desde que abandonaron el colegio, le tienen en la más alta estima. Merecidamente.




 
Y, a pesar de haber escrito mucho, me he quedado muy corto.

Ese es mi tío. Por eso yo quiero ser como Juan.

domingo, 18 de diciembre de 2011

¿Deberes en vacaciones?

En apenas cinco días llegan las vacaciones de Navidad, momento muy esperado tanto por alumnos como por profesores. Serán diecisiete días de desconectar del trabajo de manera directa, es decir, de no pasar por el puesto de trabajo, lo que, como sabemos todos, no significa necesariamente no trabajar. Aunque como el final de la primera evaluación esté reciente y no haya demasiado que corregir, siempre habrá que programar, preparar clases, algún cambio de decoración...

Una de las cosas que, por estas fechas y, en realidad, también siempre que se acercan unas vacaciones, más me da que pensar es la conveniencia o no de mandar deberes a los alumnos para que hagan en estos días y, en caso de hacerlo, cuál es la cantidad idónea a mandar.




Veo constantemente cómo algunos compañeros y compañeras preparan cantidades ingentes de deberes vacacionales para sus alumnos, de forma que cada día tengan que hacer algo, sin tener en cuenta que hay varios días en los que no harán nada porque los planes navideños que tengan (es decir, los de sus padres) se lo van a impedir más de una vez. Y si esto es así, que lo es en la mayoría de los casos, el trabajo se acumulará para otros días, de forma que la continuidad pretendida por el profesor se pierde y el tiempo que dedican el día que lo hacen es casi el mismo que en cualquier día lectivo del curso. Y no es plan.

A todo ello debemos sumar el hecho de que no podemos controlar cuándo hacen los deberes. Unos optarán por hacerlos los primeros días y quitárselo de delante; otros preferirán dejarlo para los últimos días. Y con unos y otros en muchos casos nos referimos a los padres, que lo deciden en función de sus planes. Algo normal.





Todo ello me hace dudar que sea realmente efectivo poner tanto trabajo cuando no nos podemos asegurar que se haga como nosotros pretendemos y, por tanto, no tenga el efecto deseado.

Seguramente por culpa de mi faceta de entrenador, siempre he creído que el rendimiento académico, al igual que el deportivo, se basa en la perfecta conjugación de trabajo y descanso. Cuando se ha estado exigiendo un rendimiento alto a los alumnos y un nivel de concentración y trabajo alto desde septiembre hasta ahora, es conveniente proporcionarles un tiempo de descanso adecuado.

Por eso, casi no mando deberes en vacaciones. Ni en Navidad, ni en Semana Santa o verano. Creo que si el nivel de exigencia y el ritmo de trabajo durante el curso son altos, es necesario que las vacaciones sean eso, vacaciones; un tiempo en el que el descanso prime sobre el trabajo. Aun a sabiendas del riesgo de una desconexión mayor de la pretendida y de que vuelvan en enero totalmente fuera de bolos y sin hábitos de trabajo. Lo más adecuado es, entonces, el denominado descanso activo. Encargar algún tipo de actividad que suponga mantener las neuronas ocupadas sin exigirles un gran esfuerzo.





Ahí es donde entra la lectura. Creo firmemente que las vacaciones son el momento ideal para fomentar la lectura entre nuestro alumnos ya que, al asociarla con un período de descanso y festivo como son las vacaciones, tendrán una sensación de agrado hacia ella y no lo verán como una obligación que les ocupa parte del tiempo de estudio durante los días lectivos.

Pero no sólo lectura. Hay que buscar actividades que sean amenas, entretenidas, motivantes y "de bolsillo"; algo que les anime a trabajar casi sin darse cuenta y en cualquier lugar sin necesidad de llevar consigo los libros, libretas, cuadernillos, diccionarios... allá donde vayan a pasar la Navidad. Y que además sea de provecho, que sirva para algo.






Yo les suelo mandar una actividad que entre los alumnos tiene mucho éxito por diferente y divertida y también entre los padres por no tener la necesidad de atarles, en ningún momento, a una mesa y una silla para hacer deberes. Se trata de buscar, mientras pasean con sus familias, algunas de las innumerables faltas de ortografía que por la calle nos podemos encontrar. El hecho de buscar los errores de los demás hace que se den cuenta de algunos que ellos mismos cometen. lo que deben hacer es fotografías de esos errores y mandarme unos cuantos de ellos por correo electrónico.

Total, mucho más llevadero que lo habitual, más descanso en vacaciones para alumnos y familias y también, por qué no decirlo, menos que corregir a la vuelta para nosotros.






jueves, 15 de diciembre de 2011

WORKSHOP: Trabajo, repaso y juego



Cada curso se produce la misma situación justo antes de las vacaciones. La evaluación ha terminado, las notas ya están puestas y quedan unos cuantos días antes de las vacaciones que, o bien se dedican a comenzar el temario de la segunda evaluación, o bien se hace un repaso de lo dado hasta la fecha. Todo ello con el condicionante que suponen los ensayos para festivales de Navidad y demás eventos tan típicos de estos días. 

Con la mayoría de los alumnos y alumnas pensando más en las vacaciones y en las primeras notas del curso que en otra cosa, parece recomendable no avanzar materia que después no se retomará hasta unas dos semanas y media después.



Lo que se proponga a los alumnos en estas fechas ha de ser motivante, divertido y productivo. Esa es, a mi entender, la fórmula del workshop. Ese es el nombre que le pusieron a este tipo de actividad interdisciplinar en el sitio donde lo descubrimos hace un par de cursos, el Colegio Montserrat de Barcelona, uno de los más importantes de España en todo lo que se refiere a innovación tecnológica y pedagógica.

Un workshop es una actividad común propuesta a unos alumnos dispuestos en equipos de trabajo y que han de desarrollar en varias asignaturas a la vez, de forma que se incluyan en él aspectos de todas las áreas implicadas. Se ha de tratar de una experiencia práctica antes que teórica, basada en contenidos ya conocidos por los alumnos, pero que en su desarrollo les aporten nuevos descubrimientos y consolidación de lo ya sabido.



Para este curso, en 5º de Primaria haremos un workshop inspirado en el concurso televisivo "Atrapa un millón", de forma que los alumnos han de preparar una gran batería de preguntas, respuestas incluidas, acerca de los temas que ya han trabajado desde septiembre en las áreas de Lengua, Matemáticas, Conocimiento del Medio, Inglés y Religión. Además, podrán incluir preguntas de cultura general para darle un extra de interés, curiosidad, búsqueda de información y enriquecimiento cultural al juego.


Una vez finalizadas las preguntas, habrán de crear todo el material plástico necesario para el desarrollo del concurso: el dinero, la mesa de juego... Todo ello con el objetivo de finalizarlo para poder exponerlo en la semana cultural del colegio en el mes de mayo. 



El trasfondo de este workshop es el de una actividad entretenida para los alumnos mediante la cual se pasarán unos días haciendo un exhaustivo repaso de los contenidos trabajados en el trimestre de una forma amena y motivante.



Esperamos poder realizar un buen trabajo. Iremos colgando estos días imágenes del proceso de elaboración del workshop. 

domingo, 11 de diciembre de 2011

¿Es tan difícil escribir bien?



En estas semanas de final de evaluación en la que proliferan los exámenes a corregir se me hace especialmente difícil entender cómo los alumnos de hoy en día escriben tan rematadamente mal. 

Ya no es sólo que su expresión deja mucho que desear, que también. Se trata de su ortografía, de la cantidad ingente de faltas que cometen en textos no demasiado extensos. Y las tienen la inmensa mayoría de ellos, sean de la edad que sean.

Con la cantidad de métodos que se han probado y se prueban para corregir esas faltas y que los alumnos sean capaces de escribir correctamente, ya deberíamos haber encontrado la fórmula mágica, si es que la hubiera, para no encontrarnos barbaridades como las que tenemos que corregir a diario. Cuando ves que no sirve el copiar la palabra diez, veinte o cien veces; que tampoco sirve escribir unas frases en las que se utilice esa palabra en la que han fallado; ni siquiera los cuadernillos de ortografía similares a aquellos de Rubio que todos hicimos de pequeños para la caligrafía, entonces tenemos que asumir que es un mal que se escapa de nuestras manos.


Es verdad que parte de la culpa de que los niños escriban mal la tienen los móviles y los chats de Intenet, en los que, por escribir rápido y ahorrando caracteres, se comen letras, se unen palabras y hasta se cambian bes por uves o cosas similares. Es un gran enemigo para la correcta escritura que, incluso, está heciendo que muchos adultos comiencen a cometer errores ortográficos que antes no tenían.

Otro de los factores que influyen de forma considerable en el número de faltas de ortografía de nuestros alumnos es la falta de lectura. Los niños y niñas de hoy leen mucho menos que los de hace veinte o treinta años. Y a l no leer, manejan un vocabulario mucho menos extenso, conocen menos palabras y, por ello, no saben cómo se escriben. También consecuencia de no leer es que cuando estudian, comprenden menos los textos que tienen delante, por lo que optan por la salida más fácil: memorizar, que no es lo mismo que aprender, y sobre lo que tengo muchas ganas de explayarme otro día, porque es algo que me tiene del hígado.

Un aspecto más es el uso del ordenador para redacciones, trabajos y similares. Con la comodidad del corrector ortográfico, el alumno se asegura, en casi todos los casos, de que los textos que escribe lo están de forma correcta, pero no sabe si es por sí mismo o por su "compinche" informático. Y lo peor, es que les da igual. Hoy en día lo que prima para ellos es presentar los trabajos, no la calidad de los mismos.





Sin embargo, para mi el factor más influyente en la educación ortográfica de los niños de hoy es la falta de sensibilidad hacia ello que mostramos los adultos constantemente. Los niños viven rodeados de incorrecciones ortográficas allí donde estén, por donde pasen, por donde jueguen... Los rótulos de los negocios, carteles, anuncios... Sólo hay que hacer la prueba. Situarse donde uno quiera y coprobar cómo, en cien pasos a la redonda, se pueden encontrar no menos de diez o doce faltas de ortografía. Y también en la prensa. A montones. Y a diario. Qué vergüenza ser periodista y no saber escribir.



Muchos de ellos están en los rótulos de los negocios más antiguos, de cuando nosotros éramos pequeños y la regla de poner tilde a las mayúsculas no existía. Pero de entonces hasta ahora han pasado muchos años y mayoría son los negocios abiertos más recientemente o que han sido reformados, por lo que no deberían escapar a la regla.Si hasta hace pocos días una placa de la calle del Concejo de Ribadedeva, en Viesques, tenía la denominación CALLE DEL CONCEJO DE RIVADEDEVA. Pena no haber hecho la correspondiente foto hace unas pocas semanas para dar fe de ello. De todas formas, si se busca la calle en Google Maps, aún sale con las dos uves.




Otros, sin embargo, son escritos a mano o a ordenador por gente que no conoce (grave) o no le importa (más grave) cómo se puedan escribir correctamente las palabras que está utilizando. Esas personas son, en muchos casos, los padres y madres de nuestros alumnos. Entonces ¿cómo podemos pretender que los niños presten una atención al escribir que sus padres no tienen?



Recuerdo cómo Amparo, mi tutora de 5º de EGB, nos tenía a siete de la clase sentados en la fila más próxima a su mesa y nos llamaba la "fila cero", porque ese era el número de faltas que teníamos en todos los dictados de la asignatura de Lengua. A final de curso la "fila cero" eran tres o cuatro filas de la clase porque éramos muchos los que no cometíamos errores. Pero de aquello hace mucho y, ni la exigencia de los padres, ni el interés de los alumnos por mejorar, eran los mismos de hoy. Lástima.

jueves, 1 de diciembre de 2011

Una fábula muy real y un real cabreo de mil pares

Hoy estoy especialmente indignado con la raza humana. Sinceramente, no entiendo cómo hemos llegado a que haya especímenes con un grado de ignorancia tan elevado como los casos con los que me he dado de narices esta semana. 



Todos sabemos que siempre han existido los ignorantes. Toda la vida de Dios. También que había multitud de ellos que, además de serlo y saberlo, disfrutan de esa condición. Lo que no sabía yo, ingenuo de mi, era que existen algunos (al menos un par de ellos, que yo pueda constatar) que no sólo se recrean en la ignorancia como los gorrinos en un charco de barro, sino que se la desean a sus seres más querido. La familia unida jamás será vencida, supongo. Y claro, se necesita estar muy unidos para que ninguno deje de ser ignorante.

Cuánto me gustaría en estos momentos ser Arturo Pérez- Reverte para poder explayarme en una parrafada en la que, para describir semejantes desfachateces, utilizase un sinfín de improperios e insultos, quedarme tan ancho, retratar a los ignorantes en cuestión y, además, ganarme una buena pasta por ello en un dominical. 






Pongamos, para situarnos sobre el tema, que una persona (o ser vivo con apariencia humana en casi todas sus formas y conductas), lleva a su hijo al pediatra. El médico le dice que tiene un virus y que ha de tomar un tratamiento durante un tiempo para mejorarse y recobrar su estado de salud adecuado. 

Pongamos que el pediatra le receta una serie de medicamentos que ha de tomar de determinada manera y en un horario concreto cada día.

Pongamos, también, que nuestro protagonista llega a casa, y su hijo le dice que no quiere tomar un medicamento porque no le gusta el envase, porque le sabe regular o porque sus amigos se reiránn de él por tener que medicarse para curarse.






Pongamos que el progenitor vuelve a visitar al médico y le dice que a su niño no le gustan las pastillitas que le ha recetado, que los horarios que le ha puesto para medicar al niño no le gustan a él porque le coinciden con su hora de ver la televisión, que se esperaba que con una sola dosis ya se hubiese curado del todo y sin posibilidad de recaída y que, como no ha sido así, que ha decidido, por sí mismo, dejar de administrar las medicinas a su hijo.

Como padre y como ser humano de la raza normal creo, o creía, que nadie en sus sano juicio renuncia a aquello que puede mejorar la calidad de vida de un hijo, sobre todo cuando se es consciente de la enfermedad y se desea que recobre la salud. Pues ahora lo empiezo a poner en duda.

Si en la historia anterior ponemos en el lugar del médico a un profesor y hacemos la evidente sustitución de cada detalle referente a la medicina por su equivalencia del ámbito educativo... ¿dejaría de ser tan escandalosa la estupidez del padre? 

Si miramos por la salud física y mental de nuestros hijos, por qué no lo hacemos igualmente con sus salud intelectual?????






Qué lastima que haya gente tan ignorante que no le importe que sus hijos lo sean tanto o más que ellos.

De verdad que a alguno habría que haberle hecho un examen antes de ser padre. 


sábado, 26 de noviembre de 2011

Sindicatos: El caso es celebrar algo

Esta semana he perdido la sanísima costumbre de escribir un post cada dos días, así que ya necesitaba un poco de terapia de escritura compulsiva porque se van acumulando tensiones a lo largo de la semana laboral que no son nada buenas para la salud. Así que, aunque el déficit de sueño es grande y las ganas de siesta no son menores, entiendo que necesito aporrear el teclado sin compasión durante un rato y dar la tabarra a los incautos que, una vez publique lo que estoy escribiendo, osen leer lo que de aquí llegue a salir.

Y me he dicho: ¿a quién atizamos hoy?????  Pues a los sindicatos. Pues venga, vale.
Leo en www.lne.es que OTECAS (sindicato mayoritario en la enseñanza concertada de Asturias) está celebrando hoy su décimo aniversario. Y yo me pregunto qué narices están celebrando. Como profesor de un centro de enseñanza concertada no creo que estemos para muchos festejos. Quizá celebran que las mismas tres personas llevan chupando del bote durante diez años. Porque el fruto de esos diez años no me parece mucho motivo de alegría. Hemos hecho dos huelgas que no han servido para absolutamente nada.


Llevo como profesor los últimos siete años y ya el primero de ellos conocí a la terna de sidicalistas de OTECAS cuando nos vinieron a informar de todo lo que iban a conseguir: equiparación de sueldos y jornada con los profesores de la pública, paga de los 25 años, sexenios... temas que, a día de hoy, siguen siendo su principal frente de lucha. Y lo son porque siguen sin conseguir nada al respecto. Basta recordad que Asturias es la única Comunidad que tiene bloqueada la paga de 25 años. La única.






Recuerdo la discusión que tuve, tres años más tarde, con una de los tres sindicalistas liberados que creo tiene OTECAS. Al menos son los mismos tres que hacen campaña para que te afilies, te presentes por ellos en tu colegio, que salen en el periódico, que se entrevistan con la Consejera... Fue una discusión porque intentaba vendernos la moto de que estaban muy cerca de conseguir la paga de los 25 años y de mejorar sensiblemente las consiciones laborales de los profesores de la enseñanza concertada. Le pregunté si ese no era el mismo discurso de unos años antes y si es que en ese tiempo no habían sido capaces de conseguir nada. Recuerdo que se puso algo nerviosa, sobre todo cuando le recordé que habían quedado en pasarse por el colegio a la hora del recreo, que duraba 20 minutos y había llegado cuando sólo faltaban cinco para que terminase, cuando no tenía nada más que hacer en ese momento porque, como digo, está liberada.

Indagando en la página de OTECAS me encuentro un artículo de El Comercio del día 30 de septiembre en el que se dice que los representantes del sindicato aplauden todo lo que la Consejera de Educación explicó en su comparecencia del día anterior en la Junta General del Principado, calificándolas de grandes noticias para la enseñanza concertada aunque, en aquel momento, sólo eran palabras y no hechos. Bueno, me encuentro eso y que un profesor de la pública con dos sexenios gana unos 5000 € al año más que uno de la concertada con la misma antigüedad.




Han pasado dos meses  de aquello y resulta que el Secretario General de OTECAS dice en la celebración del cumpleaños del sindicato que, hasta ahora, sólo han recibido buenas palabras de parte de la Consejería, pero que sigue sin haber nada claro.

Es decir, que diez años después, ahora con un Gobierno regional que se supone mucho más cerca ideológicamente de la enseñanza concertada que el anterior (imputado, por cierto) seguimos sin avances. Aunque cuando nos vean, nos seguirán diciendo que están muy cerca de conseguir la paga de los 25 años, la equiparación salarial y de jornada, el aumento del profesorado y todo lo demás.




 
Pero, mientras tanto, seguiremos siendo la Comunidad Autónoma en la que mayor desfase hay entre salarios y jornadas de un profesor de la pública y uno de la concertada de todo el territorio nacional.

Y que conste que yo no pido igualdad, que quienes han sacado una oposición entiendo que tengan derecho a más sueldo y menos horas lectivas, pero sí que pido equiparar. Y ya de paso, incentivos por resultados. A ver cuánto ganaba cada uno.

lunes, 21 de noviembre de 2011

Mis conversaciones con Diego. La ortografía

Son las seis y poco de la mañana de un sábado y Diego, mi hijo de trece meses, que es muy de madrugar, ha conseguido de nuevo que mi día comience un rato antes de lo que yo querría y de lo que, seguramente, cualquiera pueda imaginar para sí mismo antes de tener hijos. Al fin y al cabo, no hace tantos años las seis y poco era una hora estupenda para volver a casa después de salir. Pero bueno, el cuerpo ya se ha acostumbrado a madrugar tanto o más en fines de semana y vacaciones que en días laborables.



A esas tempranas horas, en las que el silencio de casa sólo lo rompen las rodadas de algún coche (quiero pensar que son otros madrugadores, pero no me lo creo ni yo), siempre aprovechamos para tener unas conversaciones estupendas mientras yo corrijo exámenes y él juguetea con con cualquier cosa que encuentro para tenerlo entretenido hasta que se cansa y le administro una dosis de Cantajuegos que lo inmoviliza por una horita más.

En esas conversaciones mi hijo me transmite las inquietudes que las cosas que comienzan a ver sus ojitos de trece meses y que, como buen bebé, no alcanza a entender del todo. A continuación transcribo una de ellas.

DIEGO: Papá, ¿qué estás haciendo?

YO: Corrigiendo exámenes, hijo.

D: ¿De qué?

Y: De Conocimiento del medio.

D: ¿Y por qué pintas tantas rayitas en rojo, papá?

Y: Porque les marco en el examen las faltas de ortografía que tienen.

D: ¿Qué es la ortografía?

Y: El gran caballo de batalla de todos los días

D: Cómo??

Y: Nada hijo, nada. Es que, cuando escriben mal una palabra, se la pongo en rojo.

D: ¿Y qué pasa con eso?

Y: Que cada falta que tienen les resta una décima de la nota del examen.

D: Y eso,¿por qué?

Y: Porque es una norma que hemos puesto, que a partir de quinto se quita una décima de punto por cada falta.

D: ¿Y por qué lo habéis tenido que poner, papá?

Y: Porque es muy importante escribir bien y no tener faltas.





D: ¿Saben los niños cómo se escriben bien las palabras? ¿Les ha explicado alguien cómo se escriben para que no tengan esas faltas?

Y: Sí, desde hace años les han estado enseñando las normas de ortografía. Llevan varios cursos estudiándolas y practicándolas.

D: ¿Y sigues teniendo que poner tantas rayitas rojas?

Y: Sí, así es.

D: No lo entiendo.

Y: ¿Qué es lo que no entiendes, Diego?

D: Que si saben cómo se tienen que escribir las palabras desde hace años, llevan todo este tiempo escribiéndolas y saben que si tienen faltas les baja la nota del examen... porque lo saben, ¿verdad?

Y: Sí, claro que lo saben. Desde el primer día y con un cuadrito de texto que se lo recuerda en cada examen que hacen.

D: Pues no entiendo que sigan teniendo tantas faltas.

Y: Ni yo.

D: ¿No quieren sacar mejores notas?

Y: Claro que sí.

D: Pero siguen perdiendo puntos.

Y: Pues sí...







D: Papá, ¿Y los papás de esos niños saben que tienen tantas faltas?

Y: Sí, Diego. Cuando tengo las tutorías con ellos les enseño los exámenes y ven los fallos de sus hijos. También las faltas de ortografía.

D: ¿Y qué dicen? ¿Les extraña que tengan esa cantidad de faltas?

Y: Les suele extrañar más que hayan tenido una nota de examen baja, pero al ver que en parte son puntos perdidos por las faltas, muchos tienen una sensación de alivio porque creían que les había salido peor.

D: Pero la ortografía es importante, ¿no?

Y: Mucho. Es fundamental escribir correctamente.

D: No lo entiendo papi.

Y: ¿Qué?







D: Que sea tan importante y a los papás de esos niños no les importe tanto que sus hijos tengan fallos al escribir en vez de fallos de estudiar. Todos son fallos importantes, papá.

Y: En efecto hijo. Tienes razón.

D: ¿Y por qué razón tienen tantas faltas?

Y: Yo creo que porque no leen mucho.

D: A mi me gusta mucho leer. Tengo un libro de dibujos y palabras.

Y: Sí, pero a ellos les gusta menos que a ti, hijo. Son más de ordenadores, chats... cosas en las que se escribe de cualquier manera para hacerlo rápido sin importar las faltas de ortografía.

D: Ah, ni idea de eso.

Y: Ya. Y los que leen, no se fijan demasiado. Son muy pocos los que no tienen faltas o tienen muy pocas.

D: Oye, papá... Y si los niños no hacen nada por mejorar la ortografía y a sus padres no es lo que más les preocupa, ¿qué hacéis los profes para que no tengan tantas faltas?

Y: Uff, hijo, de todo. Unos les mandan leer más, otros copiar cada palabra mal escrita muchas veces de forma correcta, algunos, les mandan hacer una frase con la palabra bien escrita... Yo, por ejemplo, les mando que hagan ejercicios de corregir ellos las faltas o buscar por la calle carteles o rótulos que estén mal escrito, a ver si viendo los errores de los demás, se dan cuenta y no los cometen ellos.







D: ¿Y funciona?

Y: A veces sí. Pero todo depende de la intención que tengan ellos por mejorar y la atención que le pongan. ¿A ti se te ocurre algo mejor?

D: Papá, tengo trece meses. ¿Me das una galleta?

Y: Claro.

sábado, 19 de noviembre de 2011

Una luz al final del túnel: Un juez recrimina a una madre que denunciase a un profesor por detener una pelea en clase

Mi amigo Fernandín inaugura Las peticiones del oyente y me ha pasado el enlace a una noticia que me parece digna de comentario y que me produce tanta alegría por un lado como tristeza por otro.





Pongo el link al final de este texto, pero copio aquí la noticia para que la podáis ver.

El juez del juzgado número 4 de Ibiza, Santiago Pinsach, ha absuelto a un profesor del instituto Marc Ferrer de Formentera, de una falta de lesiones y malos tratos contra un alumno del centro. El magistrado recrimina duramente a la madre del menor por haber denunciado al profesor y pide además disculpas al educador «por no haber detenido el proceso a tiempo de evitar que le rozara la presente ignominia».
El pasado 16 de septiembre, poco antes del fin de las clases, el profesor se percató, mientras cerraba las ventanas, de que dos alumnos se estaban peleando. Uno de ellos, de 14 años, estaba encima del otro y se agredían mutuamente. El profesor se acercó y separó al que estaba encima, «sujetándole desde atrás, por la zona del pecho o costillas, para evitar que continuara la agresión, todo ello sin causar lesión alguna». En cambio, detalla el fallo, el menor lanzó varias patadas a las piernas del docente, que impartía Educación para la Ciudadanía.
La sentencia señala que la madre del menor, «en lugar de agradecer al denunciado su intervención y solicitarle las disculpas que merecía por el incalificable comportamiento de su hijo, interpuso la presente y no menos incalificable denuncia». La sentencia añade que el adolescente había sido expulsado tres veces de centros e instantes después de protagonizar el suceso «además de agredir al denunciado, estuvo autolesionándose y propinando patadas a las vallas y papeleras frente a otros profesores». Incluso la reacción del menor hacia su profesor nada más separarle fue la de amenazarle con denunciarle ante la Guardia Civil, ante la mirada atónita del resto de sus compañeros.
El juez indica que, «en realidad, sobran los comentarios y solo procedería preguntar a la denunciante: ¿qué ha denunciado? o ¿cómo ha podido denunciar esto sin rubor? o ya en general, invitar a la reflexión sobre la impúdica desfachatez» a la que puede llegar la sociedad. Y plantea hasta dónde puede llegar «un cuerpo social subvertido o desvalorizado, imbuido de patrones políticos y culturales erráticos, según los cuales no hay responsabilidad sino solo exigencia». Critica que «la sobreprotección enfermiza de los menores destroza sus posibilidades de maduración personal» y califica la denuncia de injusta y descoranozadora.



A pesar de que la noticia, una vez leída, se comenta por sí sola, yo me pregunto si no sería posible clonar al juez y ponerlo en todos los juzgados, nombrarle ministro de Justicia o, simplemente, reconocerle públicamente y hacer que todos vayan en su misma linea, que no es otra que la de la cordura.





Es muy triste que lleguen a los tribunales denuncias de este calado con la de cosas y causas mucho más importantes que hay paradas en los juzgados, pero más triste aún es esa cultura del todo vale en la que vivimos. La ausencia total de valores, de respeto y de educación nos está llevando a una situación que, de no corregirse con leyes más adecuadas, se tornará en irreversible.

Por suerte, aún quedan personas como el juez Santiago Pinsach.

http://www.laopiniondezamora.es/sucesos/2011/11/18/juez-recrimina-madre-denunciase-profesor-detener-pelea-clase/559900.html?utm_source=rss

miércoles, 16 de noviembre de 2011

De las profesoras (y profesores) de Educación Infantil

Dicen que para ser bueno en aquello a lo que nos dedicamos es fundamental conocer nuestras limitaciones. Más allá de dominar la materia de nuestro trabajo, las herramientas tecnológicas de uso habitual o las habilidades sociales que pueda tener, un buen profesional ha de saber hasta dónde es capaz de llegar y cuál es su "territorio comanche".

Yo hay una etapa de la educación en la que, además de no tener titulación para ello, estoy seguro que sería incapaz de trabajar: la Educación Infantil. Puede que esté un pasito más cerca de ser bueno en lo mío al saber esto.





Incapaz porque las profesoras (también profesores, aunque menos, muchos menos) tienen que estar hechas de una pasta especial para lidiar con todo lo que dirariamente implica su trabajo. A saber:

1.- Veinticinco niños y niñas de entre 3 y 5 años de edad. Cada uno de su padre y de su madre. En alguna ocasión también de su abuelo y su abuela. Y con los tiempos modernos, pues también del querido de la madre o la querida del padre. De todo hay. Veinticinco niños que hablan, corren, juegan, se hacen pis, gritan, siguen corriendo, se hacen caca, tienen mocos, lloran, gritan otra vez, vuelven a gritar, cada vez más alto y... TODOS A LA VEZ. Eso todos los días y a casi todas las horas.


2.- Las veinticinco familias, muchos de ellos padres primerizos que constantemente atosigamos a la profesora (o profesor que, insisto, también los hay) con que si el niño hoy ha dormido bien, que si tiene mocos, que si ponle el ventolín, que si hoy se queda a comer en el colegio, que si hoy lo viene a recoger el abuelo, la tía, el querido de la madre, la prima universitaria que hoy no tiene clase y le hace ilusión y, por supuesto, TODOS A LA VEZ. ¿De dónde habrán sacado ese hábito esos niños?


3.- Llegar a las 9. Quitar los abrigos, colgar los abrigos, poner los mandilones, hacer asamblea, hacer que los niños atiendan, contar un cuento, cantar una canción, hacer que los niños vuelvan a atender, recitar una poesía. A estas alturas, haber puesto a tres o cuatro a hacer pis porque en casa no quisieron (qué tendrán los baños del cole que tanto les gustan?).


4.- Luego hacer una ficha. Hay que colorear en azul. Azul. Rojo no, azul. Ya sé que te gusta más el rojo, pero es que esto hay que hacerlo en azul. Azul. El rojo ya lo utilizaremos mañana. He dicho azul.








5.- Hora del recreo. Hace un rato que han mandado guardar las pinturas azules (y alguna roja) y las fichas. Que han mandado a los niños coger su abrigo para salir al patio. Que lo han vuelto a mandar. Que los han tenido que coger ellas mismas (o ellos mismos, que también los hay). Que han entregado las bolsitas con el aperitivo de media mañana a cada niño. Que han mandado hacer cola para salir al patio con el fin de asegurarse que están todos listos y equipados. Que se han asegurado sin falta de que los niños y niñas hayan hecho la cola.


6.- Salen al patio. Mientras pelan fruta, abren zumos, actimeles, quesitos, galletas, packs de jamón de York, bocadillos de sabe Dios qué y otras variedades de aperitivos que los padres les mandamos a nuestros hijos, algunos de ellos verdaderas pruebas de esfuerzo e ingenio para niños tan pequeños; mientras hacen todo eso, digo, hay que consolar al que llora porque no le dejan jugar con el balón, al que no quiere compartir el balón, al que se ha caído porque ha tropezado con el compañero, al que ha tropezado consigo mismo y al que ha tropezado con el aire; tienen que jugar a tres o cuatro juegos a la vez sin descuidar a la niña que se ha colgado de su pierna, al que le está cogiendo las cosas que lleva en el bolso de la bata, al que se está subiendo a algún sitio del que saben que se caerá, al que siguen sin dejar jugar, al que hay que sonar los mocos, al que se le ha caído la mandarina al suelo y al que se estaba subiendo a aquel sitio que, como era de esperar, se ha caído.


7.- Vuelta a clase y se repite el paso 3 pero con el agravante de que llegan del recreo, más excitados y menos dormidos que a las 9.







8.- Total, que nos da la hora de salir y la profesora (o profesor, que de verdad que los hay) tiene que enfrentarse a uno de los peores momentos del día. Sí, peor que los mencionados anteriormente. Porque resulta que cuando parece que va a llegar el momento de tranquilidad en que los niños se vayan a su casa o al comedor del colegio, en el momento de abrir la puerta... los niños no salen. Son los padres los que entran. Entran a saco. Y lo mejor de todo es que los brazos de la profesora se multiplican como los de los dibujos animados y es capaz de entregar a cada niño o niña a su correspondiente familiar.


9.- Y eso todos los días. Y cuando deberían relajarse de un ritmo que me ha estresado solo de escribirlo, resulta que tienen que adornar la clase, redecorar según la estación del año, preparar el Belén, el carnaval, Halloween, actuaciones diversas, regalo del día de la madre, regalo del día del padre (alguna tendrá que hacer también detallinos para los queridos y queridas).



10.- Y con una sonrisa.



En resumen, son supermujeres (y superhombres, que también los hay) que se merecen el mayor de los reconocimientos de todos los que dejamos a nuestros hijos en sus manos y que vemos, día tras día, cómo van creciendo, madurando, aprendiendo y viviendo con la misma sonrisa con la que esa persona, que tiene sus problemas igual que los demás, los recibe cada mañana; con la misma ilusión que cada día, en cada actividad, clase, recreo o celebración, les trasmiten esos creadores de momentos mágicos que les convierten en objeto de auténtica veneración de nuestros niños y niñas de Infantil.

Sois un ejemplo para los que nos dedicamos a esto de enseñar.

lunes, 14 de noviembre de 2011

En Asturias ha empeorado la educación (Encuesta LNE)

En estos días pre-electorales en los que el que no hace una encuesta es como el que no tiene Facebook, aparece una de La Nueva España tan enorme que la han tenido que publicar en dos días (de momento) y que analiza las elecciones de muchísimos puntos de vista.




Una de las cuestiones que se publican hoy lunes (es muy tarde, pero sigue siendo lunes mientras escribo) es una batería de cuestiones sobre las que loas asturianos encuestados deben opinar si han mejorado, empeorado o siguen igual que en el momento de las elecciones de 2008.

Pues bien, el sondeo ha dejado el dato de que el 41,9% de los encuestados dice que la educación ha empeorado. Así, en general. Sin anestesia. La educación ha empeorado. Punto.

También hay un 17% que dice que ha mejorado y el 36,9% que sigue igual. El restante 4,1% no sabe o no contesta.





Cada uno es muy libre de opinar como le plazca, pero me pregunto si todos han respondido a la misma pregunta; es decir, ¿todos los encuestados han entendido por el mismo sitio la pregunta? ¿las razones para contestar al cuestionario telefónico de una u otra manera se refieren a los mismos campos de la educación?

En mi modesta opinión habría sido más correcto hacer preguntas más cerradas, para saber qué opinan los asturianos que falla en la educación. Sistema educativo, ley de educación, profesores, colegios, alumnos, familias de los alumnos, actividades extraescolares, sistemas de becas y ayudas al estudio, infraestructuras, fracaso escolar, informe PISA, evaluación de diagnóstico, evaluación de los docentes, corrupción en la Consejería... hay tantas cosas que uno no sabe si hacer una encuesta tan genérica es representativo de una opinión fiable y común.






Por otro lado, casi quedo pasmado cuando leo que la encuesta se ha realizado por vía telefónica a ¡¡¡¡400 asturianos!!!!

Para una población de más de un millón de habitantes me parece bien poco. Me sale, sin ser yo muy de ciencias, algo así como menos del 0,05% de la población asturiana. Mmmmm...

Poco representativa, poco fiable, poca gente y mucha prisa por sacar resultados. No creo que LNE haya hecho un gran trabajo en esta ocasión.

Y eso que yo soy de la opinión de que hay muchas cosas que han empeorado en estos tres años al respecto de la educación, pero hay otras cuantas que han mejorado notablemente.






La cuestión es que, al igual que en otros apartados como la sanidad (también citada en este artículo), la educación abarca muchos aspectos diferentes y diferenciados. Y seguro que la encuesta sería más fiable yendo punto por punto. Aunque sigan siendo solo 400 encuestados, que manda madre.

Dejo el enlace aquí

sábado, 12 de noviembre de 2011

20-N ¿Qué nos dejarán las urnas a los profesores?

Faltan apenas ocho días para unas elecciones generales en España y, a estas alturas de la película, cuando ya todo parece decidido a falta de concretar datos, números, color de los escaños y mayorías más o menos absolutas, cada uno de nosotros tenemos nuestro voto meridianamente claro. En la dirección que sea.

 
Son muchas las incógnitas que le esperan a esta España de la crisis, la España post-Zapatero. Las más relevantes son las que nos afectan a todos y de las que constantemente estamos escuchando y hablando. El paro, la economía, el terrorismo (militar y político), sanidad y educación son las prioridades de los españoles.




Personalmente me preocupa muy mucho lo referente a educación por doble motivo. El obvio, desde el prisma profesional, pero también desde la faceta de padre que tiene una hija escolarizada y otro que se incorporará dentro de la próxima legislatura. Los dos aspectos me resultan de vital importancia, ya que tanto me interesa conocer el marco en el que voy a desarrollar mi trabajo como el escenario educativo en el que se formarán mis hijos.




Así que esta tarde de sábado, durante el descanso que permiten las siestas de las fieras, me ha dado por vagabundear por internet en busca de las propuestas que sobre educación han situado en sus programas tres fuerzas políticas: Partido Popular y Partido Socialista como los que serán más votados y Foro de Ciudadanos (Foro Asturias para los más allegados) por ser quienes gobiernan en Asturias. Me lo he leído todo. Sí, estaba bastante aburrido.



¿Y qué me he encontrado? Pues en primer lugar tengo que agradecer a los tres partidos que hayan diseñado sus respectivos programas electorales con los colores representativos de cada uno de ellos para poder diferenciarlos. Porque básicamente todos anuncian que harán cosas muy similares. En los tres programas se pueden leer, entre otras, las siguientes promesas:

- Potenciación del inglés en todos los niveles, desde el primer ciclo de Educación Infantil (0-3 años)
- Reforma de la Formación Profesional para ecaminarla al empleo y creación de acuerdos con empresas para compatibilizar escolarización con inclusión en el mundo laboral, junto con la entrada de becas-salario.
- Reforma profunda de las Universidades para hacerlas más competitivas

Al fin y al cabo no es esto más que la adecuación al rumbo que la sociedad está marcando en esta época, por lo que raro debería ser aquel partido que no incluya algo así.





 
Diferencias

Hay muchas. Diferencias de concepto y diferencias ideológicas. Me llama la atención que el PSOE centra buena parte de su programa en garantizar la coeducación (niños y niñas en las mismas aulas), algo que se lleva dando por supuesto en la casi totalidad de los centros educativos desde hace mucho tiempo y en ampliar el programa ESCUELA2.0 (esto sí que merece un post aparte con toda la acidez y el conocimiento de causa) no sólo a toda la Secundaria, sino al Bachillerato y la Formación Profesional. Eso cuando los centros ya tenemos el comunicado de que este curso no habrá ordenadores para los alumnos de 5º de Primaria. Porque este programa es voluntario para las Comunidades Autónomas.

Eso sería ya suficiente motivo de sonrojo para cualquiera, pero parece que los socialistas aún son capaces de rizar más el rizo y proponen hacer el Bachillerato ¡¡ por asignaturas!! sin importar la cantidad de años que se invierta en terminarlo, "para que cada alumno pueda hacerlo según su ritmo". Me pregunto si nadie en ese partido ha sido capaz de darse cuenta en la barbaridad que eso supone a nivel organizativo en los centros para cuadrar horarios, grupos, profesores... Además. por supuesto, de permitir la vagancia, la dejadez y ser cómplices de aquellos que no quieran estudiar. Pero claro, eso implicaría que mientras esos alumnos estén catalogados como "estudiantes de Bachillerato" no engrosarán las preocupantes listas de "parados" y "fracasados escolares".





Por otro lado, tanto PP como FAC abren una puerta a la esperanza al valorar la cultura del esfuerzo; el reconocimiento de la figura del docente como autoridad pública en el desempeño de su función; la ampliación del Bachillerato a tres cursos; la especialización de la Educación Secundaria por asignaturas y por resultados, el refuerzo y la profesionalización de la función directiva; la posibilidad de autogestión de los centros, que supondrá una rendición posterior de resultados; la garantía de asegurar los conciertos "mediante una oferta educativa plural de iniciativa social que permita responder a las preferencias de ideario o de modelo pedagógico de las familias". (PP)

Incluso FORO asegura que "avanzaremos, en el del marco presupuestario correspondiente y dentro del régimen de conciertos educativos, en la equiparación de la remuneración del profesorado de los centros públicos concertados con los de la enseñanza pública"

Y me he sentido aliviado, porque ya "solo" queda que lo cumplan.

jueves, 10 de noviembre de 2011

Padres buenos: Teruel existe

Desde que el otro día leía un comentario sobre uno de los posts de este recién estrenado blog sugiriendo que el tipo de padres de alumnos que había descrito no es un estereotipo aplicable a la totalidad de ellos, he tenido la sensación que era de justicia dedicar otra entrada a los que, afortunadamente, no se les parecen.

No se trata de ensalzar a esos padres que dicen apoyarnos y valorarnos tan explícitamente. En primer lugar porque muchos de los que lo cacarean, tanto en tutorías como en alguna conversación con compañeros o superiores nuestros, en realidad luego nos machacan por la espalda en corrillos de patio o, lo que es peor, en su propia casa, donde lo oyen los hijos, a quienes no mantienen al margen.



Y en segundo lugar, porque esas alabanzas no son nuestro objetivo ni lo que más nos gusta. Como a todo el mundo, a los profesores también nos gusta más oir cosas buenas que malas. Como humanos que somos, nos gusta de vez en cuando alimentar el ego personal.

Pero yo creo que a los profesores el tipo de padres que más nos gusta es el que se ocupa y se preocupa de la educación y la formación de sus hijos. Que son dos cosas distintas. 

Por suerte para nosotros pero, sobre todo, por suerte para ellos mismos, la mayoría de las familias que nos encontramos son así. Doy fe. Yo he tenido alumnos de casi todas las edades y procedencias, de las clases sociales y situaciones familiares más diversas. Y digo, con gran satisfacción, que me he sentido valorado, apoyado y respetado por las inmensa mayoría de ellos. Aunque algunos lo hacían de forma directamente proporcional a las notas de sus hijos.





Entonces, ¿cómo puede ser que se hable más de lo malo que de lo bueno? Pues básicamente por una razón cultural. Estamos acostumbrados a quejarnos, a destacar lo malo y a los malos; a no valorar lo bueno como tal, sino como lo lógico. Y en esas situaciones se crea una situación de injusticia al no valorar a cada uno como se merece. Es menester reconocerlo.





En los últimos años he sido tutor de unos sesenta niños y niñas. Tengo que reconocer que situaciones problemáticas con las familias ha habido no más de cinco. El porcentaje no es precisamente grande. Lo grandes son los problemas que hemos tenido que afrontar con esas familias. Y es que lo malo resalta más, es más escandaloso y trasciende, muy a nuestro pesar, mucho más. Pero incluso en alguna de esas situaciones negativas, es cuando más apoyado me he sentido por el resto de las familias de mis alumnos. A día de hoy, puedo decir que echo tanto de menos a los alumnos que han ido pasando a otros cursos superiores como a sus padres.

En ese sentido, creo que soy un afortunado. Y vaya si lo valoro.